Capítulo 22: La clase baja

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JACK

No sé jugar fútbol, Jack. —me dice Marinette, cansada de repetirlo tantas veces.

—Por algo te voy a enseñar, ¿no?

—No puedo compararme contigo, el súper mega híper astro poderoso y asombroso jugador de fútbol, Jack Frost. —mueve sus manos de un lado a otro y empiezo a reír a carcajadas.

—¿Súper...? ¿Qué? —pregunto, entre risas.

—Nada, es una expresión que solía decir mi familia en mi pueblo.

Esta chica está llena de sorpresas.

—¿Vienes de un pueblo? —le sonrío, interesado.

—Crecí en uno. Teníamos un rancho enorme y todos los días corríamos alrededor con mis primos... era increíble, ¿sabes? Mi abuela nos enseñaba a ordeñar vacas y... —se detiene por un segundo— Oh. Lo siento.

—¿Por qué te disculpas?

—Debo de estarte aburriendo con mi vida de chica pobre.

Frunzo el ceño, confundido.

—No seas ridícula, jamás me aburrirías. —digo, y no miento.

—Tu eres alguien que está acostumbrado a vivir entre los lujos y cagar dinero —me dice, pero no me río— Eres hijo de casa. Tus padres tienen más dinero del que alguien pudiese tener. Vives en un penthouse donde tienes más empleados que familia...

Me pierdo en lo que dice cuando llega una corriente de viento que le revuelve un poco el cabello azul oscuro. Pasa sus dedos para quitárselo de la cara y seguir hablando. Sus mejillas están levemente rojas por estar bajo el sol, en medio de la cancha de fútbol. Su ropa no es costosa, es sencilla y pasa desapercibida con ella.

Marinette es una chica que no necesita vestirse bien ni maquillarse para verse preciosa.

—Tu clase social no es nada parecida a la mía. —me dice.

—¿Y crees que eso es un impedimento para conocernos mejor? —le pregunto.

—¿Por qué alguien como tú querría conocerme? —me pregunta, curiosa— Normalmente soy invisible en una escuela cómo esta.

—No entiendo por que generalizas. —me acerco a ella y parece sonrojarse un poco.

—Pero...

—¿Me estás comparando con el resto, Cheng?

Ella parece divertida, observando cada facción de mi rostro. Su comisura se eleva un poco, y no sé por qué eso la hace lucir más atractiva de lo normal.

—Solo hay una manera de demostrarlo. —dice.

Toma mi mano y empieza a correr, jalándome detrás de ella.

—¿Qué haces?

—Vives en Nueva York —empieza— Y no conoces ni la mitad de la ciudad.

—Qué buena teoría has sacado, lista.

—¡Vas a conocer el barrio bajo! —dice emocionada, y por instinto, arrugo la nariz.

—No voy a hacer eso.

—No seas aguafiestas. —se detiene y cuando se gira para verme, me parece la chica más tierna que había visto— Es hora de que conozcas cómo viven los míos.

—Estoy bien en mi zona. Además, ¿para qué revolvernos entre la basura cuando podemos comprar un inodoro de oro?

—Te falta humildad, Frost.

Nuestra Tregua Romántica | Jelsa (Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora