⚜️ Capítulo XXVII: Eres ⚜️

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Izan Aposteleanu

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Izan Aposteleanu

En mi sueño más profundo podía escuchar como decían mi nombre, abrí los ojos y trate de sentarme en mi cama, gire a un lado y vi como el cuerpo de Meiga venia cayendo directo al suelo, restregué mis ojos asombrado por lo que veía.

–Izan –dijo para al final caer al suelo.

Me levante lo más rápido que pude de la cama y corrí hacia ella.

–Meiga –dije agarrándola entre mis brazos–, Meiga –repetí varias veces pero ella no dio respuesta, al menos aún respiraba.

Debido a la lluvia ella estaba toda mojada, tenía sangre por todos lados, su vestido destrozado apenas la cubría –decidí cargarla–, el contacto de su piel mojada con mi pecho descubierto hizo que me dieran escalofríos.

La lleve hasta mi cama, note que sus piernas estaban rasguñadas y sangraban, camine hacia mi cómoda y saque un pañuelo para limpiar sus heridas, la sangre poco a poco dejaba de salir, parecía que las heridas se curaban solas, así que supuse que es magia de hada, encima de ella puse una manta para cubrirla del frio.

–Ya vuelvo –dije dándole un beso en la frente.

Salí de la habitación y camine hacia la cocina en busca de chocolate caliente, el único problema aquí es... ¿Cómo carajos se hace el chocolate caliente?

Busque por toda la cocina el bendito polvo oscuro y no lo encontré.

–Maldita sea –murmure.

–Izan –dijo Anya entrando a la cocina–, ¿Por qué haces tanto ruido?

–Mi salvación –dije–, me puedes preparar un poco de chocolate caliente.

Ella movió su cabeza a los lados y yo le regale una sonrisa.

–Es que tengo frio y hambre –mentí.

No le podía decir que tenía a un hada que parecía que había estado en una guerra acostada en mi habitación.

–Bien, siéntate.

Yo me senté y espere a que ella preparara el chocolate.

–¿Cómo te fue con Rania? –preguntó mientras preparaba la leche.

-Creo que bien, por lo menos comió.

-¿Te dijo que ocurría? –indago.

–No ni siquiera me miraba pero seguro cuando esté lista me cuente.

–Sí, hay que darle su espacio.

Anya termino de preparar el chocolate y me lo dio, me despedí de ella, camine hacia mi habitación y subí las escaleras, con cuidado abrí la puerta, Meiga seguía acostada.

Me acerque a ella y con mi mano acaricie su cabeza.

–Meiga despierta –dije en un tono de voz baja.

APOSTELEANU I: Tres MundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora