⚜️ Capítulo XLIX: Magia en el aire 🦋

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Izan Aposteleanu

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Izan Aposteleanu

Había perdido la cuenta del tiempo en que pasé encerrado en mi habitación, muchas veces llegué a pensar que estaba exagerando la situación pero luego reflexione y me di cuenta que nadie me dio ninguna opción.

Me negué muchas veces a probarme el estúpido traje y trate de esquivar mi realidad pintando muchos cuadros y entre ellos la pinte a ella, tal y como la recordaba.

Meiga, la pensé mucho y mantuve la esperanza de verla de nuevo. Ella me había dejado ir, realmente me amaba. Dos días faltaban para que dejara de evitar todo y cayera en mi realidad, podía escuchar como organizaban todo en el palacio –todos estaban emocionados por el gran día–.

Salía del cuarto de Rania, ella no estaba pero vaya sorpresa me lleve cuando mire a Emmett dormido, a su lado había un cachorro, ¿desde cuándo teníamos uno?, habían pasado tantas. Baje las escaleras despacio procurando hacer ruido y Rania venía subiendo las escaleras.

–Hola, ¿estás bien?

–¿De dónde vienes? –pregunte serio.

–Yo... fui a dar un paseo –contesto nerviosa–. Tú, ¿qué haces aquí?

Sabía que mentía, por la forma que venía parecía que le había pasado algo.

–Fui a tu habitación y encontré a Emmett durmiendo.

No dijo nada, al parecer pasaba algo entre ellos.

–¿Pasa algo con él? –indague.

–Sí, estamos saliendo.

–¿Lo amas?

Tenía que preguntárselo no podía dejar que a ella le hicieran lo mismo que a mí.

–Izan, yo...

–Rania –interrumpió Emmett bajando las escaleras–, ¿dónde estabas?

En el rostro de Rania se reflejó el alivio.

–Luego hablamos Izan –dijo librándose de mis preguntas.

Pasó a mi lado y se fue con Emmett, escuche como cerraron la puerta de su habitación. Seguí bajando hasta que llegue al estudio, hace tiempo que no estaba aquí. Me dirigí hacia el librero y busque entre todos los libros el primero que empecé a leer cuando estudiaba idiomas y por alguna razón nunca lo terminé.

"I promessi sposi", una novela italiana de Alessandro Manzoni.

Aún estaba marcada la página donde había dejado mi lectura.

–Recuerdo que leías ese libro una y otra vez, hasta que entendieras cada palabra –dijo una voz femenina.

–Vaya, no sabía que me prestaras atención de pequeño, madre.

Ella estaba sentada en un pequeño diván junto a una de las ventanas del estudio.

–Izan, todo lo que hacemos es por tu bien –menciono.

APOSTELEANU I: Tres MundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora