⚜️ Capítulo XLIII: Pequeño regalo ⚜️

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Rania Aposteleanu

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Rania Aposteleanu

El carruaje me daba vueltas, sentí como mis músculos se contraen, tome la mano de Emmett y la apreté con fuerza.

–¿Qué pasa? –dijo con un tono un poco preocupado.

–Detengan el carruaje –ordene tratando de contener las arcadas

Salí tan rápido como pude y vomite, el aire pegaba en mi rostro, Emmett se acercó a mí y recogió mi cabello.

–¿Estas bien?

–Creo que sí, solo me dieron ganas de vomitar.

–Bien, ¿quieres hacer algo para distraerte de este suceso asqueroso? –se rio.

–No te rías Emmett –dije empujándolo–, y que tienes en mente, dime.

El hizo un gesto como si estuviera pensando.

Nos subimos al carruaje y Emmett le dijo algo al oído del guardia. Pasamos por el pueblo, la gente del mercado guardaba sus cosas, ya faltaba poco para que se hiciera de noche. En las últimas casitas del pueblo se detuvo el carruaje.

–Y aquí es...

Nos bajamos del carruaje y observe detalladamente el lugar.

–Entra –señalo hacia la puerta

–Está bien –dije desconfiada.

Camine hacia aquella casa que a simple vista se miraba gigante y espaciosa, escuche como Emmett se reía, así que gire mi vista hacia él y me dio una sonrisa.

Di un par de toques en la puerta y una señorita nos abrió, parecía conocer a Emmett porque al instante le dio una sonrisa un poco coqueta.

–Buenas tardes Marianne –saludo Emmett.

–Vaya que sorpresa –dijo ella–, dos veces en el día, pasen –dijo apartándose de la puerta.

Entramos y de inmediato corrían hacia nosotros muchos cachorritos de todas las razas, mire a Emmett e hizo gestos de sorpresa, los cuales obviamente eran fingidos. Me agache para tocar a los cachorros, todos se agruparon y me lamian.

–Rania –llamo Emmett.

Eleve mi mirada y en sus brazos tenia a un perro tan pequeño que cabía en sus manos.

–Ella es Layla, un cachorro de raza pug –hablo emocionado–, es mi favorita.

–Es preciosa –dije con una sonrisa al ver aquella pequeña.

–Y es tuya –dijo Emmett-, te la puedes quedar.

–¿Estas bromeando verdad? –pregunte sorprendida.

–No.

Tome a la pequeña cachorra entre mis manos, podía sentir su corazón latir rápido, es tan suave y hermosa.

–De donde salieron tantos cachorros –pregunte.

–Es un refugio –contesto Emmett–, traemos a los que están heridos o abandonados aquí.

–Es... sorpréndete Emmett, ¿por qué no me dijiste?

–Digamos que es un secreto –dijo guiñando un ojo.

A pesar de que Emmett y yo éramos amigos, no sabía mucho de él.

⚜️

Llegamos al palacio y conmigo traía a Layla envuelta en una manta quien venía dormida todo el camino. Emmett paso contándome como había organizado aquel lugar para que fuera ideal para los cachorros, al parecer eso hacia cuando me dejaba donde Efelios y él se iba.

El carruaje se detuvo justo enfrente de la puerta de entrada, Emmett se bajó y extendió su mano para tomar la mía y ayudarme a bajar.

–¿Quieres entrar?

–Claro –dijo con una pequeña sonrisa.

–Toma –dije a una sirvienta–, lleva a la Layla a mi habitación y ponla sobre mi cama.

Ella solo asintió y se fue con la cachorra en sus brazos. Entramos y el palacio seguía con mucho desorden debido a los preparativos de la boda.

–Izan sigue sin salir de su habitación –menciono Emmett.

–Digamos que está asimilando la situación.

–Claro después de varios meses –rio con sarcasmo.

Yo le di una mirada asesina para luego reírme.

Pasamos por el salón principal, mi madre y la señora Lacobescu estaban sentadas viendo a las modistas quienes terminaban de confeccionar el vestido de novia de Vanessa.

–Sabes que los siguientes seremos nosotros, ¿vedad? –mencionó Emmett detrás de mí.

–Si –respondí tan bajo que parecía un susurro–, ¿crees que es injusto? –me di la vuelta para verlo

–Creo que las personas deberían estar con quien aman –dijo clavando sus ojos en los míos–, respondiendo a tu pregunta, si me parece injusto pero a veces pueden salir cosas buenas, también puede que se gusten entre ellos, así sería menos complicado.

–¿Tú te casarías conmigo por los negocios?

–Rania yo no voy hacer algo que tú no quieras.

A veces Emmett me sorprendía por lo comprensivo que podía llegar hacer, parecía entender que yo no quería lo mismo que le estaban haciendo a Izan.

–Vamos a la cocina, seguro Anya preparo algo –dije evadiendo su respuesta.

–¡Adoro sus postres!

–Son muy ricos.

Caminamos hacia la cocina y en efecto Anya cocinaba unas magdalenas de chocolate las cuales rellanaba con una mezcla de fresa y moras. Nos dio una a cada uno –estaban recién sacadas del horno–, su textura siempre esponjada y su olor hacían que se me hiciera agua la boca.

–Bueno, creo que es hora de irme, gracias por todo –dijo Emmett.

Yo solo asentí mientras comía mi tercer magdalena.

–Hasta pronto Emmett –respondió Anya

–Rania come despacio –menciono saliendo de la cocina.

–Rania come despacio –menciono saliendo de la cocina

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APOSTELEANU I: Tres MundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora