⚜️ Capítulo XIII: No soy como él ⚜️

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Izan Aposteleanu

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Izan Aposteleanu

El sol entraba por la ventana iluminando mi habitación, el resplandor daba en mi cara haciendo que me despertara, gire varias veces en la cama tratando de seguir durmiendo pero algo perturba mis pensamientos, lo mismo que no me dejo dormir en toda la noche.

"Eres igual de odioso que tu padre"

Tal vez algunos hijos se sentían orgullosos y contentos de que los comparen con su padre, pero no era mi caso, detesto que digan eso y no nos parecemos en nada.

Me levanté de la cama y caminé hacia el balcón para respirar el aire mañanero, aún es temprano. Salí de mi habitación y en el camino me encontré a la mucama con algunas toallas.

—Necesito que ordene mi habitación y me preparen la ducha —dije mirándola, ella solo bajo la cabeza y asintió.

Baje las escaleras y me dirigí hacia la cocina donde sabía que me encontraría a Anya.

—Buenos días Izan —dijo.

—Buenos días Anya —camine hacia ella para darle un beso en la cabeza.

—Me contaron que ayer vieron salir a Vanessa muy tarde de tu habitación —sonrió.

—Tal vez —dije sentándome.

Ella se rió y me sirvió una taza de café.

—¿Acaso pasó algo con ella Izan? —indago.

—No, y gracias por el café.

La verdad es que casi pasa pero no sentí nada con ella por más que estuviera desnuda, de hecho las otra vez en el estudio tampoco sentí nada solo fue por ver hacia donde llevaba la situación. Era como si la atracción que había sentido con ella desde un inicio hubiera desaparecido.

Anya salió de la cocina dejándome solo, minutos después entró mi padre.

—Izan –dijo.

—Padre –hable.

Tenía rato de no discutir con él, eso me parecía raro pero no había motivo por el cual discutir, las cosas por el momento iban bien. Él se sirvió una taza de café y salió de la cocina.

Al terminar mi café salí de la cocina para ir a mi habitación y tomar una ducha para así empezar el día de alguna manera bien, subí las escalera y entré, la habitación estaba ordenada y el desastre que cause anoche no estaba, todo como si nada hubiera pasado; me dirigí a darme una ducha y la bañera olía a lavanda.

Salí del baño después de tomar mi ducha, con una mano sacudía mi cabello con una toalla, alrededor de mi cadera tenía otra la cual sujetaba con mi mano libre. Buscaba entre mi cómoda unas calcetas, cuando gire hacia la cama salte del susto al ver a Meiga parada a un lado.

—Me asustaste —dije arrugando el entrecejo.

—Lo siento —susurro con la cabeza baja.

—¿Qué quieres? —pregunte—, vienes a vigilar que no diga nada de tu mágica vida.

APOSTELEANU I: Tres MundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora