🦋 Capítulo XXXIV: Latidos ⚜️

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Meiga

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Meiga

Nunca pensé que llegaría al punto de sentir las famosas mariposas en el estómago –él me hacía sentir eso–, hacía que el mundo se detuviera y solo quedáramos nosotros dos en la tierra. De mi salieron sentimientos que pensé que no existían, sentimientos que se reflejaron en mi alma, en mi cuerpo.

Izan se convirtió en alguien especial para mí, a pesar de los desacuerdos lo elegiría mil veces. Sabía que es de las personas que casi no cuentan que les pasa en su vida, sin embargo conmigo ha sido sincero y habla sin que yo le interrogue.

La luz del sol entraba por la ventana, él dormía placido a mi lado y su cabello largo cubría una parte de sus ojos, con mi mano aleje los mechones, su rostro perfilado, su piel tan delicada, digna de un príncipe.

Aun puedo sentir sus besos en mi piel, en mis labios, sus caricias, sus suaves manos rodeándome con un abrazo, sentía amor. A veces me cuestiono si fue bueno dejar que el me besara aquel día, porque desde ese momento comenzó todo esto, admito que no sabía que hacer al principio pero algo en mi sabía que quería estar con él.

Abrió los ojos y me dio una sonrisa, yo hice lo mismo.

–Buenos Días Mariposa –susurro.

–¿Mariposa?

El solo movió su cabeza.

–Acércate, quiero abrazarte –dijo.

Moví mi cuerpo hacia él y me envolvió en sus brazos, pasó una manta que nos cubrió a los dos, podía sentir el calor de su cuerpo que se transmitía al mío.

–Me gusta que te quedes conmigo.

Sus palabras entraron directo a mi corazón.

–¿Pasa algo? –dijo.

–No –di un suspiro–, es solo que no pensé que estaríamos así.

–¿A qué te refieres? –preguntó.

–No pensé que existían estos sentimientos entre nosotros.

Él me dio una sonrisa.

–Qué bueno que lo descubrimos a tiempo.

–Si –respondí.

En los brazos de Izan me sentía segura y de alguna forma sentía que podía confiar en él.

La habitación quedo en silencio, de pronto se escucharon unos golpes en la puerta, me aparte asustada, él se levantó y llevo su dedo a su labios en señal de que no debía hacer ningún ruido.

–Si –preguntó.

–Izan abre la puerta necesito hablar contigo –hablo una voz gruesa como de un hombre un poco mayor.

–Mierda es mi padre –susurro.

–¿Qué hago?, tengo que irme –dije caminando hacia el balcón.

APOSTELEANU I: Tres MundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora