⚜️ Capítulo XLVIII: Realeza o Infierno ⚜️

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Rania Aposteleanu

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Rania Aposteleanu

–¡Rania! –grito una voz.

Corrí y corrí por el bosque, parecía que no tenía fin. El cielo teñido por los colores oscuros de la madrugada, los arboles moviéndose con fuerza por el viento.

–¡Rania! –se escuchó de nuevo.

Gire mi vista y atrás de mi había una especie de bestia, tenía una alas gigantes y tres cabezas, de pronto el miedo y la angustia se apodero de mi cuerpo, no podía respirar. Seguí corriendo hasta que llegue a la cabaña, la puerta estaba abierta, me acerque y escuche unas risas; al entrar todo estaba como antes, las risas se escuchaban más fuertes, así que camine hacia la habitación.

Y lo vi, aquella escena hizo que mi corazón latiera con fuerza.

Estábamos los dos, yo acostada y el encima mío dándome besos y haciéndome cosquillas.

–Hermosa escena, ¿no crees? –dijo una voz masculina atrás de mí.

Gire y no había nadie.

De pronto aquel lugar empezó a incendiarse, de las paredes salían llamas, el fuego cada vez se acercaba a mí, podía sentir como poco a poco las llamas tocaban mi piel.

Abrí los ojos de golpe, gire mi vista y estaba en mi habitación, en un pequeño diván estaba acostado Emmett, me había acompañado estas últimas noches. Layla dormía a su lado.

Ya habían pasado cuatro días, desde que se fue, cuatro días en los que mantuve la esperanza de verlo de nuevo. En mi interior sentía un vacío profundo que dolía tanto y me hacia sentir cansada.

Me levante de la cama con cuidado tratando de no hacer ruido, tome mi capucha y con cuidado salí de la habitación, como siempre los guardias dormían. Baje con despacio las escaleras tratando de no hacer ruido y camine hacia los establos. Busque a Lizie y me subí en ella.

Cabalgue hasta llegar al pueblo, era de madrugada y las calles estaban vacías, no se escuchaba ni un ruido. Llegue hasta la cabaña, no había nadie, aquel lugar estaba solo.

Entre y mi corazón latía tan rápido que hacía que recordara cada momento que estuve a su lado.

Rania Maxine Levana Aposteleanu, es un honor –dijo una voz que se me hacía familiar.

Gire y había un hombre.

–¿Quién eres? –pregunte dando un paso hacia atrás.

–Oh, tienes razón que descortés de mi parte, soy Asmodeo –dijo extendiendo su mano.

–¿Qué quieres? –dije desconfiada.

Aquel hombre hacia que por mi cuerpo corriera el miedo.

–Sabes, ha pasado un hecho sorprendente.

¿De qué hablas?

Él se acercó a mí, me rodeo, podía sentir su presencia pesada atrás de mí. Sentí como su mano rozaba mi cintura.

–Quédate quieta –susurro.

–¿Qué está haciendo? –pregunte.

–Silencio que quiero escuchar su pequeño corazón –puso su mano en mi vientre.

Sentía mi corazón latir desesperado.

–Felicidades princesa –susurro a mi oído–, es una lástima que Efelios se perdiera este momento.

–¿Qué quieres decir con eso? –dije girándome hacia él.

–Digamos que –puso su mano en mi vientre–, princesita o demonio.

Entonces entendí.

*

Salí de la cabaña con el corazón latiendo a mil y tratando de procesar todo, no podía estar pasando esto, ¿qué pasaría con el reino?, ¿qué le diré al rey? Me subí a la yegua y cabalgue lo más rápido que pude hacia el palacio. El sol empezaba asomarse en la parte más baja, los colores amarillos, naranjas y rojos se reflejaron pronto en el cielo. Pronto amanecería.

Llegue al palacio y lleve a Lizie a la caballerizas, camine hacia mi cuarto, al subir las escaleras me tope de frente a Izan.

–Hola –dije–, ¿estás bien?

¿De dónde vienes? –preguntó en tono serio.

Yo... fui a dar un paseo –conteste nerviosa–. Tú, ¿qué haces aquí?

Tenía ganas de contarle todo lo que últimamente estaba pasando en mi vida, pero no sabía cómo lo tomaría o si él lo entendería.

–Fui a tu habitación y encontré a Emmett durmiendo.

No conteste.

–¿Pasa algo con él?

–Sí, estamos saliendo –mentí.

–¿Lo amas?

–Izan, yo...

–Rania –dijo Emmett bajando las escaleras–, ¿Dónde estabas?

Y así fue como me libre de explicar mis ¨sentimientos¨.

–Luego hablamos Izan –dije evitando su pregunta.

Pase por su lado y tome del brazo a Emmett, caminamos hacia mi habitación, tenía que contarle lo que había pasado, él tenía que ayudarme a buscar una solución.

–Vaya, Izan se miraba en realidad molesto –comento Emmett.

–Emmett –me acerque–, paso algo muy malo y necesito tu ayuda.

–Emmett –me acerque–, paso algo muy malo y necesito tu ayuda

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APOSTELEANU I: Tres MundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora