Diecisiete: Strippers

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Hablar anoche sirvió de algo. Porque esa mañana nos levantamos con buenos ánimos.

Bueno, siendo honesta, yo no había olvidado lo de ayer, aún me seguía dando vueltas ese tema en la cabeza. Sólo estaba fingiendo que todo estaba bien para que ya no hubiera más malos entendidos. O bueno, en lo que trataba de descubrir que era lo que había puesto a Michael de esa forma días atrás.

Pero no hoy. Hoy era un día genial. Teníamos la despedida de soltera de Mariana por la noche y mucha limpieza que hacer en el departamento. No había tiempo para otra cosa.

Después de desayunar amenamente con Michael, charlando un poco de todo. Pusimos música y comenzamos a limpiar. Aún no le había contado de mi ruptura con Daniel, y aunque había pensado en hacerlo varias veces, nunca encontraba un momento. Y definitivamente este no era uno. Hoy era día de fiesta, y no tenía ganas de arruinármelo con personas que no lo valían.

Me quedé en pijama toda la mañana. Ese era mi plan, estar en pijama todo el día, almorzar, darme una ducha y entonces ahí sí, comenzar a prepararme para la despedida.

Yo estaba lavando los trastes del desayuno mientras Michael abría las ventanas del comedor, descalzo, con una media de cada color y la melena rizada alborotada. Como si fuera domingo. Bueno, no lo era. Pero nos habíamos dado el lujo de dormir hasta tarde porque hoy yo no trabajaba, así que parecíamos dos vagabundos con suerte. Yo apenas me había lavado la cara porque tenía baba seca en la cara. Fuera de eso, estaba con mis pantalones joggings

No supe cómo abordar el tema durante la comida, no sabía que decirle. Tenerlo de frente no era muy ventajoso que digamos. Una de sus miradas y se me olvidaba hasta mi nombre. Estaba nerviosa, sudando como tonta y el corazón lo tenía al borde de un colapso. Preferí mejor no decir nada. Por ahora.

Ya encontraría el momento. De nuevo.

Intenté aparentar que todo estaba bien y me concentré en comer los macarrones con queso de Michael, mientras lo escuchaba hablarme de cocina y recetas que había aprendido a lo largo de su vida. Siempre había leído por ahí que Michael era un pésimo conductor y cocinero. Bueno, ahora todo eso me parecía una completa mentira.

Sonreí, y me perdí en el brillo de sus ojos. Sin notar la cara de zonza que traía.

Por la tarde, cuando ya era la hora de comenzar a prepararse, Michael entró primero a ducharse. Mientras yo jugaba con Mike en el pasillo. Se volvía loco cada vez que yo cortaba un pedazo de lana y lo hacía perseguirla. Saltaba por los sofás y sobre la mesa, como un felino salvaje. El veterinario decía que estos juegos eran buenos para un gato casero, así libera adrenalina y no te rompe los sillones después.

Y funciona.

Cerca de las siete, mientras yo aún esperaba mi turno en el baño, las chicas en el grupo comenzaron a hablar, sobre todo, el WhatsApp parecía reventar de mensajes. Querían saber sobre esto y aquello. Más de una me preguntó cómo iba a ir vestida, y en lugar de decirles, les mandé una foto de Mike.

Después me reí sola por sus respuestas, justo cuando Michael salía del baño.

Salió en toalla, que solo cubría sus caderas. Tenía el cabello rizado mojado, por lo que las gotitas resbalaban por su pecho y espalda y se perdían bajo la toalla.

Si tan solo...

¡Eh, concéntrate!

Me relamí los labios porque de pronto ya no tenía saliva en la boca. Michael vio mi gesto y sonrió de lado.

No lo mal intérpretes, presumido.

Me aclaré la garganta.

—Hm... ¿listo?

Por el TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora