Cinco: Aventura Nocturna

419 34 11
                                    

Dedicado con mucho amor, para ti, lector.


—Shhh... —Michael me pide que haga silencio, reprimiendo una sonrisa divertida. Luego se acerca con cautela a la puerta de la que es mi habitación y la abre despacio, sin emitir un solo ruido. Me sorprende su agilidad—. Vamos —me dice, cuando ya se ha percatado de que el pasillo esté desolado.

Sujeta mi mano y es quien va al frente, así que yo solo dejo que me lleve a donde él quiera. Solo lo sigo, descalza, y conteniendo la risa mientras caminamos de puntillas en silencio, como unos niños aventurándose de madrugada hacia la heladera para comer algo de helado a escondidas de sus padres. Así me siento en este momento, esto es completamente una aventura. Yo, desplazándome de madrugada por los pasillos de Neverland, y mi compañero de aventuras es un niño al que le divierten las travesuras.

¿Esto es una aventura o es un sueño?

Llegar a las escaleras sin ocasionar un solo ruido es todo un desafío que me hace tener el corazón acelerado, con el miedo de que alguien nos descubra y la aventura termine. Michael no puede contener más la risa mientras se fija si nadie nos ha visto aun e intenta caminar más rápido. Luego subimos casi corriendo las escaleras y ahora si somos un poco más libre de reírnos e incluso de respirar con normalidad. Porque al menos en el primer piso es donde se encuentran las habitaciones del personal doméstico, en la planta alta solo está el cuarto de Michael y otros que se encuentran vacíos.

Me rio, soltando el aire que había estado acumulando. Sacudo la cabeza y me vuelvo a reír al ver a Michael tan divertido y excitado con todo esto.

—Dios... esto es una locura —dije, sonando algo agitada.

Él reía.

—Descuida, te acostumbrarás.

Lo miré, exaltada.

—¿Qué? —Lo miré, exaltada—. ¿No estarás pensando en hacer esto todas las noches, o si? Ay, no. Yo conozco esa sonrisa...

—Sam —Soltó una risita, acercándose.

—¿Estás loco?

—Sería divertido intentarlo —Me tomó de la cintura, sin dejar de sonreír—. Todas las noches, una aventura en Neverland. ¿No te encantaría?

—Claro que sí. Pero, aunque me negara, ¿qué otra opción tengo? Te conozco y sé que lo harías de todas formas.

—Estas en lo cierto —Dejó un casto beso sobre mis labios y tomó mi mano, apartándose—. Bien, tu dime por donde empezamos.

Me contagiaba con su entusiasmo, que no pude reprimir la sonrisa al oírlo. Miré a nuestro alrededor. Por dios, esto era Neverland, quería recorrerlo de arriba abajo. Ir a los jardines, perderme en esa inmensa pradera que había visto desde la ventana de mi habitación. Conocer cada uno de los rincones del rancho, estar en todos esos lugares que mostraban las imágenes de internet. El cine, el zoológico o el lago. No lo sé, era tanto por conocer que no sabía por dónde empezar. Y no podía más con la emoción y la conmoción. Incluso podía presenciar las lágrimas, pero no en esta ocasión. Hoy me sentía bien, estaba contenta. Lo tenía a él a mi lado. Esta era una noche para estar feliz.

Sonreí.

—Llévame a donde tú quieras —Contesté, al fin.

—En ese caso... —de pronto sus mejillas se enrojecieron y soltó una risita entre nerviosa y picara.

No fue difícil leer su expresión ni su mente.

—¡Jackson! —chillé, dándole un empujón.

—¡Oye, pero si yo no dije nada!

Por el TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora