Diez: Tráiganlos, vivos o muertos.

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(Flash Back)



—Permiso.

—Sí, disculpe —Me hago a un lado del pasillo y dejo que la mujer que me ha pedido permiso mire las góndolas de salsa de tomate en caja, ella revisa los precios, toma una de las cajas y al final se retira, regalándome una sonrisa tranquila. De nuevo volvemos a quedar solo Antonio y yo en el pasillo del súper mercado.

A pesar de que estamos hablando en español, preferimos mantener el tema en silencio cuando hay gente cerca, por si acaso. A mí no me preocupa mucho, estoy seguro que muy pocas personas de aquí sabrán hablar español, pero Antonio insiste en que hay que tener cuidado. Y su tono es realmente serio... Como si él supiera porque lo dice.

Ya casi hemos conseguido la mitad de las cosas de la lista, yo estoy bien concentrada en eso porque conozco lo irritante que la señora Sylvia puede ponerse si solo faltara una mínima cosa de las que me ha encargado. Y eso que dijo que esta no era la lista de la compra general. Sin embargo, mientras aun recorremos el lugar, buscando los víveres, yo miro a Antonio, consternada aún. No puedo creer que alguien más haya vivido lo que yo viví, que se encuentre en la misma extraña y surreal situación. Aun me sigue pareciendo todo un sueño, y, sin embargo, aquí estamos.

—Debió ser difícil —dice él, haciendo que lo mire, confundida. No ha dicho mucho desde que entramos al local—. Estar aquí —aclara—. Todo el tiempo que llevas aquí sola, lejos de tu familia, seguro fue difícil para vos.

—Ah... Si, ha sido un poco complicado —digo, vagamente, y me alejo unos pasos para buscar otro de los productos anotados en la lista de la señora Sylvia.

—¿Hace cuánto estás aquí? —vuelve a preguntar, acercándose—. En este presente.

—Hace... poco más de quince días —respondo, con sinceridad. Aunque sin bajar la guardia.

Antonio me mira por un rato largo y silencioso, como si estuviera analizando mi respuesta, o a mí.

—Ni siquiera es un mes —me dice—. Es muy poco tiempo como para que te hayas adaptado tan normalmente a una situación como está. Me sorprende, a decir verdad.

Lo miro, frunciendo el ceño. Por alguna razón siento que su actitud cambió.

—¿Por qué?

—Porque no hace mucho viviste una experiencia sobrenatural al viajar en el tiempo y, sin embargo, yo no te veo asustada, tampoco pareces preocupada por lo que todo esto pueda significar. Al contrario, estás aquí, mezclándote entre la gente con normalidad, comprando en el centro comercial como si nada.

Siento como si me estuviera reclamando algo, o como si tuviera la intención de decir otra cosa, solo que no está siendo directo. Pero algo está claro, su amabilidad ha desaparecido por completo, sus gestos me parecen indiferentes e incluso su tono de voz es algo rudo ahora. Como si estuviera molesto, o como si no creyera ni una sola de mis palabras.

Lo que sea, me toma por sorpresa el cambio repentino en su expresión. Pensé que, aunque no nos conociéramos, la situación en la que nos encontrábamos nos uniría, pero en cambio, comienzo a desconfiar de él, y siento que nunca debí haber bajado la guardia, en primer lugar.

—B-bueno... ¿qué otra cosa iba a hacer? —dije, mirándolo—. Echarme a llorar y llamar la atención de todos no serviría. Y tampoco podía correr a la policía y pedirles que me ayuden a volver a mi presente, ¿o sí? Apenas entendí lo que me estaba pasando traté de calmarme y busqué la manera de sobrevivir en este presente hasta que pudiera encontrar una forma de volver. ¿No es eso lo que has estado haciendo tú también?

Negó, serio.

—Yo no me refiero a eso. Es lógico lo que dices, sí, pero tú... Es como si supieras mucho sobre esto —dice, con una mirada acusatoria que de pronto me incómoda—. Es como... Como si no fuera la primera vez que vives algo así.

Por el TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora