Ocho: ¿Qué Está Sucediendo?

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Dedicado a todos los lectores de esta historia.



Lo escucho y solo puedo fruncir el ceño. ¿Yo soy alguien igual a él? ¿A qué se está refiriendo con eso? Como sea, ya no me interesa averiguarlo. Hace tan solo unos minutos me alegraba haberlo conocido, porque también era de Argentina, y fue como encontrar a un viejo conocido. Pero ahora que estaba actuando raro, solo quería huir de aquí.

La situación ya era bastante extraña, por no decir aterradora. En serio comienzo a asustarme, y a plantearme si aún debería entrar al centro comercial o volver corriendo al auto, pedirle a George que regrese de inmediato a Neverland y poder sentirme a salvo y segura en mi cuarto. Pero cuando miro a mi alrededor, sigo sin encontrar el auto de George por ningún lado. Estaba estacionado ahí en frente, ¿a dónde se fue?

El tipo este, Antonio, ya no me agarra. Y aprovecho ese momento para alejarme de a poco, sin que se percate.

—¡Espera! ¿A dónde vas? —Intenta alcanzarme por lo que apresuro el paso.


—Tengo apuro, así que ya debo irme. Fue un gusto.


—Sam, espera —Se interpone en mi camino—. Aun no lo entiendes, ¿verdad?


Okey, ya estoy realmente asustada. Retrocedo.


—Vos también sos como yo —Vuelve a decir, martirizándome con eso.


—¿Qué carajos significa eso? ¿Estas drogado o qué? Recién te conozco, ¿de qué manera podría ser igual que tú? Apenas y sé tu nombre.


A pesar de que yo estoy a punto de perder la paciencia y mandarlo a volar a los gritos, él parece tranquilo con todo esto. Casi relajado. Y no es cosa mía, realmente parece contento. Porque su mirada tiene un brillo inexplicable mientras me mira, y en su rostro se dibuja una sonrisa de alivio y felicidad. Todo su gesto, es como si al fin hubiera encontrado algo importante después de una larga y ardua búsqueda.

Pero no entiendo que tiene que ver eso conmigo.


—Deja de seguirme o voy a gritar —le advierto, seria. Y le señalo hacia la entrada del centro comercial donde hay un guardia de seguridad.


Y estoy a punto de retomar mi camino, cuando él habla.


—Sé lo que eres, Sam. Sé lo que significa esa mancha —Escucho que dice, pero lo ignoro. Sin embargo, no me he alejado mucho cuando lo dice—: Eres un viajero del tiempo.


Tan pronto como lo dice, me detengo en seco. El corazón me da un vuelco en el pecho y siento como se me enfría la sangre en todo el cuerpo. Siento un pavor recorriéndome entera.

Como... Esto... Que... Eh...

No, yo no escuché bien. Es lo más probable. Estoy tan aterrada de que se sepa que seguramente yo lo imaginé. No habría forma de que él lo supiera, ¿verdad?

Mierda, nunca debí salir del rancho.

Tranquila, Sam. Actúa normal, y recuerda, siempre debes negarlo. Siempre.

Actúa normal. Actúa normal.

Me giro a verlo, fingiendo una fuerte risa, como si acabara de escuchar el mejor chiste de la historia.

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