Doce: It's My Birthday (Parte 2)

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—¡A-ahora voy! ¡Estoy buscando mis ojotas! —me excusé, para ganar tiempo.

Escuché los pasos de Daniel regresar al comedor. Respiré con alivio, pasando mis manos por mi pelo y poniéndolas en la cintura, inquieta. Michael me miraba, me alteraba que su mirada fuera tan intensa, no podía sostenérsela.

—Lo siento, tenemos que irnos —dije, un poco agitada por el susto.

Él asintió, con una sonrisa de labios cerrados.

—Claro, es tu día —dijo.

—Si...

Él caminó a la puerta. Sentí el ambiente distinto. Algo en mi pecho se agrandaba, una sensación cálida de solo verlo. Abrió la puerta, estaba por irse.

—Michael —lo llamé, en voz alta, pero segura de que nadie nos escuchaba.

Se giró a verme. Sus ojos castaños brillaron.

—G-gracias, de nuevo. Por todo —Le sonreí.

Él me devolvió la sonrisa y luego se fue.

(...)

Era cierto, todos estaban afuera esperándonos. Cuando bajamos en el ascensor Dani, Michael y yo con Mike en los brazos y cargando los bolsos, todas las chicas nos recibieron al salir del edificio. Había una larga fila de autos en la vereda de enfrente. Estaban todos. Olga y Humberto con Tobías, quien ya se encontraba mejor, pero con un collar isabelino. Vestían con ropas sueltas y veraniegas, porque este prometía ser un día caluroso. ¡Mis padres también estaban! Y las chicas con sus familias. Gina estaba soltera así que venía por su cuenta. Marisol, que estaba separada, vino acompañada de sus dos hijos, Camila y Agustín, de cuatro y siete años. Eran adorables, yo había sido su niñera en más de una ocasión. Lucía del trabajo estaba también, me saludó apenas me vio, y para mi sorpresa, estaba tomada de la mano con Agustín. No, no el niño de Marisol. Si no el pibe que era delivery en el restaurante de Marcelo. Me saludaron, todos fueron muy amables. También estaba el Oscar, Mariana y Raúl, fue lindo que se tomaran el tiempo de venir, teniendo un casamiento que organizar. Los demás chicos del club de fans que no habían podido venir me escribieron, saludándome.

Cargamos las reposeras y las conservadoras en los autos, también los bolsos con los toallones, protector solar, ojotas y lentes. Los niños llevaban flotadores y una pelota de vóley para pileta. Mientras cargábamos las cosas me encargué de saludar a todos y recibir los regalos. Mi sonrisa era como la de una niña pequeña. El corazón me latía de alegría al verlos a todos allí, felices. La gente que pasaba por las veredas nos miraba con curiosidad.

—Mi nena hermosa... feliz cumpleaños —me dijo mamá, mientras me abrazaba con fuerza, al borde de las lágrimas. Estaba emocionada, y yo a punto de quebrarme también. La abracé fuerte.

—Gracias, má... por todo.

—Te amo, Sam —pronunció, con la voz rota, besando mi mejilla. Vi que lloraba y sus bonitos ojos café estaban rojos de la conmoción. Trató de sonreírme y me soltó.

Ella siempre se ponía así de sensible para estas fechas. Todos sabíamos por qué...

—Mi Sami —dijo papá, apareciendo detrás de mamá. Con una sonrisa esplendida y los brazos abiertos—. Feliz cumple.

Lo abracé con fuerza, escondiendo el rostro en su pecho.

—Pá... —dije, llorando—. Te quiero mucho.

—¿Más que a tu Michael Jackson? —me dijo, y me reí, haciendo que llorara más.

—¡Eh, no me hagan llorar a la cumpleañera en su día! —gritó Oscar, en buena onda, mientras cargaba las reposeras en la camioneta de Humberto.

Por el TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora