Veintiocho: Noche Mágica (Parte 1)

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El día había llegado. Por fin.

La cena anual, era hoy.

El evento comenzaba a las ocho en punto. Ya iban a ser las ocho, y yo aún seguía en el departamento, con la bata de baño puesta y una toalla envuelta en la cabeza.

—Dios mío... ¡Que tarde se está haciendo! —dije, desesperada mientras iba de aquí para allá, sirviendo la comida del gato y preparando mi ropa para vestirme.

Pasé corriendo hacia la cocina nuevamente, Michael me seguía.

—Sam, tienes que calmarte.

Estaba muy nerviosa. Este evento era importantísimo para mí y en serio quería que todo saliera bien. No pedía que todo fuera perfecto, solo que todo saliera hermoso, memorable.
Pero siempre se me hacía tarde para todo. Desde temprano que estábamos despiertos con Michael. Fui a trabajar y después del almuerzo compré lo que me estuviera faltando para hoy a la noche, como una corbata para Michael y un par de medias de nailon para mí, que quedarían muy bien con mi vestido.

Luego pasé por el salón para ayudar a terminar de decorarlo. Michael se ofreció a venir conmigo, pero yo quise que se quedara en casa para que todo fuera una verdadera sorpresa. Y Olga también lo prefirió así.

Mi bella Olga, que alegría me dio volver a abrazarla. Me pareció no haberla visto en años cuando fui a su casa apenas regresó. Lloré en su abrazo como una niña pequeña, tal vez la quería muchísimo, tal vez toda la emoción de la cena anual me había puesto muy sensible.
Regresó junto a Humberto y el perro, Tobías, dos días antes del evento. Su marido trabajaba así que tuvimos toda la tarde libre para nosotras dos, para tomarnos unos mates y ponernos al día sobre todo lo que había pasado en estas últimas semanas. Y cuando digo todo, me refiero a tooodo... así es, Olga ya sabía de lo que pasaba entre Michael y yo.
Hubieran visto su reacción...

También me dio gusto ver a Gina otra vez. Adoraba a esa chica y la había extrañado como nunca. Me había hecho falta su alocada y divertida forma de ser.
Nos juntamos apenas volvió a Palermo, y luego volvimos a vernos hoy en la tarde, para decorar el salón.
Allí me encontré con el resto de los chicos.
Fue un reencuentro de abrazos, besos, lágrimas y mucha emoción. Esteban, el joven encargado de la limpieza del salón preparó el mate y entre todos nos pusimos a trabajar, mientras nos contábamos como habían estado las vacaciones de cada uno.
Mariana me contó que se había encontrado con mis padres allá en las playas del Caribe. Ellos aún no regresaban, tal vez lo harán la semana próxima, antes de las fiestas navideñas, claro.

Cuando todo estuvo listo; sonido, iluminación, el escenario, las mesas, la comida y la decoración, todos nos fuimos a preparar para estar allí a las ocho.

Así que no había tenido tiempo ni para dormir una siesta. Andaba de acá para allá, agitada, nerviosa, con el corazón en las manos. Queriendo poder hacer todo bien.

Michael volvió a pedirme que me calmara, mientras intentaba ayudarme en lo que pudiera.

—No puedo.

—Tienes que estar tranquila —Sonrió, levantando las cejas.

—¡Lo dices como si fuera tan fácil!

—Y lo es.

—¡No lo es! Así que no me pidas que me calme, Michael! —solté, histérica—. ¡Se está haciendo tarde, aún no me visto, tengo que hablar en público hoy y encima también tengo que...! No importa. Pero, ¡esperé todo el año por este evento y no quiero que nada salga mal! Y mucho menos ahora que... que tu podrás estar presente.

Me sonrió, a pesar de que acababa de gritarle como una loca.

—Descuida, todo saldrá genial, estoy seguro de eso —dijo, con una dulzura en su voz y la mirada tierna—. Pero en serio, necesitas calmarte. Ya comienzas a preocuparme.

Por el TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora