Diez: Conociendo a las Chicas

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Fue raro tenerlo así de cerca, se supone que debía de estar gritando como toda una fangirl, pero no. Solo me temblaban las piernas por el peso de su mirada puesta en mí, y el corazón me latía desenfrenado. No habíamos estado así de cerca desde que nos conocimos, y eso que ya habíamos dormido la siesta juntos una vez.

Pero aún tenía mi cordura intacta, por lo que cuando me di cuenta de lo muy cerca que estábamos, me hice para atrás y volví a tomar de mi taza de café. Michael me imitó, un poco desconcertado por mi gesto, y se quedó mirando el suelo.

Tenía el corazón latiéndome como loco, pero hice lo correcto. Yo estaba en una relación, y no importaba lo tonto que Dani a veces actuara, era mi novio, y lo quería y respetaba mucho. Así que no vi prudente seguir en esa conversación con Michael, tampoco acercarnos tanto. Y sé que mi pulso y el palpitar de mi corazón se alborotó, pero eso se debía a que él era mi mayor ídolo de toda la vida, uno siempre reaccionaría así al tenerlo de frente. Quería convencerme de que era así, y nada más. Aunque en el fondo no estaba muy segura. Porque yo hacía un tiempo que había dejado de ver a Michael como la estrella internacional, y tal vez si me gustaba él, pero eso no podía continuar a más. Daniel no se merecía esto.

—Creo que... mejor me voy a dormir —dije, bajándome del taburete. Él me miró en silencio—. Fue un día pesado

—Claro, ve... Yo me encargo de esto.

—Te ayudo.

—No es necesario —Me sonrió, sin enseñar los dientes.

—Bueno, entonces... buenas noches.

—Igual para ti. Descansa.

—Te veo mañana —me despedí, con una sonrisa. Tomé mis zapatos en manos y me metí al pasillo.

Sentí que quedó un espacio de silencio que pudimos haber llenado con las cosas que quisimos decirnos, que yo quise decirle. Pero simplemente me metí a mi pieza y me acosté. Solo quería que ese día terminara para así olvidarme del momento humillante que había vivido con los amigos de Daniel.

Por la mañana, Don't stop 'til you get enough empieza a sonar, y es cuando me arrepiento de haberla puesto como tono de alarma, porque odio las alarmas, y odio levantarme temprano un domingo.

Lo bueno es que no me levanto temprano para ir a trabajar, si no para ir al club de fans. Hoy hay reunión y todos tenemos que estar presentes. Creo que, si duermo un poco más, estoy bien de tiempo. Honestamente con lo que sucedió anoche, no tengo muchas ganas de salir de la cama y fingir sonrisitas, y eso que yo no soy de fingir, mucho menos las sonrisas. ¡Me encanta hacerlo!

Intenté dormir un poco más, pero no pude. Mi querido compañero de vida estaba insoportable, como solo él puede estarlo. Se subía y bajaba de la cama. Corría a la puerta cerrada de la habitación y maullaba allí, como queriendo salir. Después comenzó a arañar la madera y colmó mi paciencia.

—¡Bien! Ahora me levanto, ¿contento? —chillé, fastidiada. Mike se me quedó viendo, antes de doblarse y lamerse sus partes, como si nada.

Rodé los ojos y me puse de pie. Mi teléfono no paraba de sonar, pero ya no era la alarma, si no los WhatsApp del grupo de moonwalkers, algunos de mamá y mis amigas. Pero ni uno solo de Daniel, ni uno solo disculpándose si quiera.

Lo puse a cargar y salí de la pieza en pijama, llevando al gato en brazos, así le daba de comer.

Michael ya estaba en el comedor cuando yo aparecí descalza, vistiendo unas medias azules con rayas amarillas que mi papá me regaló para mi cumpleaños pasado, ya que él es fanático de Boca Junior. Una desgastada remera hippie que yo misma había pintado antes que se pusieran a la moda y un pantaloncito corto que el largo de la remera lo tapaba.

Por el TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora