Veinte: Noche de Karaoke (Parte 2)

626 46 99
                                    


No podía ocultar mi emoción, yo amaba los karaokes. Aunque no voy a mentir que el precio de las entradas casi me hace irme a mi casa molesta, pero decidí pagar de todas formas porque no todos los días tienes la oportunidad de ir con Michael Jackson a un karaoke. Asique nos quedamos, pagué, ofendida por el precio, y pasamos a buscar una mesa vacía, lo cual no fue difícil porque habían varías desocupadas. El lugar estaba casi vacío, lo cual era entendible porque, ¿quién iba de karaoke un miércoles en la tarde? Nadie, solo nosotros, claro. Pero eso fue bueno porque así no tendríamos que ponernos los barbijos, nadie nos miraría tan raro por venir vestidos tan formales a un karaoke y por último nadie estaría acosando a Michael con la mirada, asombrados con el "parecido".

En fin, no seríamos el centro de atención. Y eso era genial.

Había un par de mesas ocupadas por parejas y un grupo de amigos que eran los que más bulla hacían. En el escenario estaba cantando una chica, nadie le daba atención, solo la amiga con la que había venido, que la filmaba con su teléfono desde la mesa en la que estaban sentadas. Estaba cantando esa famosa canción de Celine Dion que se viralizó hace poco en Tik tok.

Yo la iba cantando mientras nos dirigíamos a nuestra mesa.

Baby, baby, baby... When you touch me like this and when you hold me like that! It was gone with the wind, but it's all coming back to me...

Tomamos asiento. Michael se reía por el show que estaba dando. Tenía un micrófono invisible en la mano y ponía mis más dramáticas expresiones en el rostro.

—Wow —dijo él, soltando una risita—. Lo haces increíble.

—¿Viste? —Sonreí—. Celine Dion se queda un poroto al lado mío.

Se rio.

—Parece que no fue tan mala idea venir aquí entonces. Acabamos de entrar y ya estás cantando.

—Ya estoy en ambiente, Michael. ¡Pónganme Billie Jean que te enseño cómo se canta!

Él se rio, divertido.

—Me alegra que ya te sientas mejor —me sonrió.

—Oh... Si lo decís por lo de hace rato, estaba bien, no te preocupes —dije, corriendo un mechón de pelo detrás de la oreja—. Siempre me emociono por todo, y lloro. No le des importancia.

—¿Lloras por todo? —me preguntó, interesado en ese tema. Asentí—. ¿Lloraste cuando se vio el cometa Halley?

—Uhm... no, porque todavía no nacía. Creo que ni siquiera estaba en los planes de mis papás —me reí—. Pero si lloré cuando me enteré que no ganaste esos Grammys por Bad.

—Oh, bueno, eso no fue triste. Fue una injusticia.

—Lo sé, y puedes descargar tu enojo conmigo. Desahógate, Michael. Yo te apoyo —Le daba risa—. ¡Vayamos a prenderle fuego a los Grammys!

Se soltó a reír.

—¿Tú crees que nos den importancia después de tantos años?

—¿Por qué no? ¡Sos Michael Jackson!

—Resucitado.

A pesar de que fue un chiste fuerte, nos soltamos a reír en carcajadas. Ya nos conocíamos, conocíamos nuestro humor y sabíamos con lo que se podía bromear y con lo que no.

Nos pusimos cómodos y pedimos una pizza y cervezas para comer mientras desocupaban el escenario. Después de la chica, subió su amiga, y ahí estuvieron cantando un buen rato. Por momentos las escuchábamos, y luego seguíamos con nuestras locas conversaciones.

Por el TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora