Veintisiete: Feliz Cumpleaños, Michael y PET

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(Lean la nota del final y escuchen la canción xd)


Me dolía el alma. Por dentro la angustia me oprimía el pecho, dificultandome el respirar. No me sentía para nada bien. Las lágrimas me nublaban la vista, y el cuerpo me temblaba en sollozos.

Quise volver a ser una niña, llena de inocencia e ingenuidad, que no se preocupaba, que no lloraba, que no conocía la tristeza ni la melancolía. Quería volver a esos momentos de mi vida en los que el tiempo no me preocupó, donde fui feliz y no sabía lo que era el estrés. A esos momentos donde la vida se sentía como distinta, mágica.
Quería volver al pasado, porque ahora estaba asustada. Me aterraban los cambios, las cosas desconocidas y el futuro, sobre todo eso, mi futuro. Me asaltaba la ansiedad y comenzaba a pensar lo peor, no me gustaba el rumbo que mi vida estaba tomando porque todo se había vuelto tan cambiante. Nada de lo que solía conocer estaba igual, incluso las personas que más amé ya no estaban, ya no eran las mismas.

Eso es lo que pasa, así es la vida. Algunas personas se van, y luego otras llegan. Pero ninguna puede llenar el vacío de alguien más. Tampoco borrar los recuerdos con un pestañear.

Y mi problema es que sigo aferrada al ayer, a la paz que solía tener, a la que me acostumbré. Pero de pronto mi vida era una telenovela, no supe en qué momento se fueron dando estos sucesos. Lo que sí sabía, es que yo no estaba lista para afrontarlos. No quería hacerlo.
Prefería dejar las cosas como estaban antes que vivir un futuro que sabía, no me iba a gustar.

Me esperaban grandes sucesos por venir, lo sabía. Como la partida de Michael, y yo no estaba lista para perderlo una vez más... nunca lo estaría.

Intenté volver poco a poco en mí, buscando conservar la calma, apaciguar la respiración, calmar mi llanto. Fue difícil, pero logré tranquilizarme, aunque todo seguía doliendo de la misma forma.
Aunque quería desarmarme en sollozos, me contuve. Me sequé las lágrimas de mis ojos para ver mejor, y me propuse conducir. Quería ir a casa.

Puse las llaves del auto, pero antes de poder darle marcha al motor, una mano se posó sobre la mía, deteniendo mis movimientos.

Me giré a verlo, no quitó su mano de la mía.

—No deberías conducir así —habló, con un tono de voz diferente al habitual, más grave. Estaba serio, incluso noté que evitaba mirarme. Tenía la mirada al frente, en el parabrisas.

—E-estoy bien. Descuida...

Quitó su mano.

No me miraba. No me hablaba. Estaba serio. No encendí el auto porque me llamó la atención su comportamiento conmigo. Como si me evitara, como si...

—¿Tu estas bien? —pregunté, mirándolo.

Solo asintió.

—¿Estás molesto conmigo?

—No, Samanta.

Bueno, no sabía si estaba molesto especialmente conmigo, pero de que estaba molesto, lo estaba. A Michael se le notaba muy fácil, era tan fácil de leer casi como a un niño.

Respiré hondo, soltando las llaves y me afirmé contra el espaldar de mi asiento.

—Lo siento por hacerte esperar en el auto mientras -

—No te preocupes por eso. No tiene importancia.

Lo miraba, esperando a que él hiciera lo mismo.

—¿Escuchaste lo que hablamos?

—Si, lo hice.

—Perdona...

—Ya no te disculpes —Entonces me miró, serio, distante—. Yo soy quien se disculpa contigo por arruinar tu oportunidad de volver con Daniel.

Por el TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora