Veinticuatro: Mal Día

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Gracias x leer♡

Despertar con una sonrisa todos los días se sentía mágico, era una sensación bonita y especial, aunque no entendía del todo porqué. Mi vida no era miserable como para empezar los días con un gesto de sufrimiento, pero ahora todo se sentía como nuevo, mágico, bello, como si fuese un cuento de hadas en el que la realidad cruel no puede intervenir. Y todo por tenerlo a él aquí.

Las mañanas tenían otro color, los días nublados eran bellos si estaba en compañía de él, no importaba qué, todo era mágico con Michael. Quizás afuera se estaba terminando el mundo, pero aquí adentro, yo me estaba enamorando cada vez más de su sonrisa, del sonido de su voz y de lo dulce que eran sus besos.

Me sentía tontamente renacida, como nueva. Así era estar con él, con Michael. Pero afuera del departamento, me seguía esperando la realidad, que no solía ser tan agradable.

Esa mañana me levanté con buenos ánimos, ya faltaba poco para que la semana terminara, y nada me alegraba más que los fines de semanas para dormir hasta tarde.
El desayuno que Michael nos preparó me mantuvo despierta y con energías durante toda la mañana. Y a pesar de que la idea de ir a trabajar me deprimía, el beso de Michael de despedida me mantuvo en una nube rosa de cosquillas y lindas sensaciones donde nada podía afectar esa paz.

O tal vez si.

Toda la mañana estuve tranquila, con una sonrisa, haciendo mi trabajo, disfrutando de la música de mis auriculares. Era mi única forma de distraerme porque Lucía no había llegado, al parecer se le había hecho tarde.
Marcelo tampoco estaba por lo que no tenia con quien hablar.
Además de que el mundo hoy se estaba esforzando mucho por arruinar mi tranquilidad.

Por empezar, atendí una mesa donde solo había personas irrespetuosas y poco amables. Mi paciencia se estaba yendo por el caño. Intenté respirar hondo y no darle tanta importancia, pero eso no me funcionaría por mucho. Este día se estaba volviendo del asco.
Intentaba pensar en Michael, en los momentos lindos que vivíamos todos los días para animarme. Funcionó, aunque eso me provocó una ansiedad enorme por querer terminar mi jornada y querer volver cuanto antes a casa, con él.

Pero faltaba mucho para mí hora de salida. Antes de eso tuve que tolerar a una señora bastante irritante que se quejaba por todo, a un niñito malcriado que no le hacía caso a nadie, a un bebé llorón que su llanto solo logró irritarme más, y como si eso no fuera suficiente, los tipos con pocos modales no desocupaban la mesa, rogaba porque se fueran de una vez. Sus presencias me molestaban, esa gente me molestaba, el aire, el ruido, todo. Ni siquiera las canciones de Michael sonando en mis auriculares logró relajarme.

Regresé a la cocina, con una bandeja llena de platos sucios, conteniendo la rabia y rogando porque Lucia llegara pronto.

En cambio, el que apareció fue Marcelo.
Y él si se veía bien feliz de la vida.

—Hey, ¿qué pasó? ¿Y esa carita? —Me preguntó, apenas se acercó a saludarme.

Solté un frustrado suspiro.

—Este no ha sido mi día —Contesté, agobiada.

—Eso se nota, linda. Estas a punto de que te salgan canas verdes.

—Ya sé...

—Va a ser un día pesado, al parecer —dijo, guardando unas gaseosas en las heladeras—, debe ser por lo del feriado. Bueno, guardo toda la mercadería y vengo a ayudarte.

—Genial —dije. Lo llamé antes de que se fuera—. ¿Sabes algo de Lucia?

—Esta afuera, acaba de llegar. Ahora vuelvo.

Por el TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora