Nueve: Cita con Daniel (Parte 2)

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—¡Sam! —Ese era Daniel en la puerta. Aunque me extrañó que no pasara directamente al departamento, ya que él tenía llaves. Supongo que las había olvidado. Bueno, eso me daba algo de tiempo.

—¡Ahora voy! —respondí, con otro grito, sin dejar de mirar a Michael.

Sentí como este momento único acababa de terminarse, y me había quedado una desilusión amarga. Él ya no me miraba con ojos atesorados, sólo tenía la mirada clavada en el piso, de brazos cruzados y expresión neutra.

—B-bueno, yo... —Me quedé callada. Por alguna razón, sentía que debía decir algo ahora, pero no sabía qué. Y no quería seguir metiendo más la pata, así que sólo respiré hondo, y lo dejé pasar, lo que sea que hubiera sucedido—. Ya me tengo que ir.

Dije, y Michael levantó la mirada. Me miró, dándome una sonrisa de labios cerrados, casi una mueca. Después asintió.

—Claro, tienes que hacerlo —dijo él, pasando la vista por todo el comedor y dejándola sobre Mike, quien terminaba de comer sus croquetas. Lo sentí raro—. Ve tranquila. Yo cuidaré la casa.

—Bueno, hay canelones en el microondas y ensalada en la heladera. Te voy a dejar la copia de la llave por si vuelvo tarde —dije, moviéndome de acá para allá con apuro, porque Daniel estaba golpeando otra vez.

Michael murmuró algo, pero no escuché qué. Parecía estar molesto; ¿era por qué no le gustaban los canelones? En serio quise quedarme y preguntarle qué sucedía, me estaba comenzando a preocupar, y no quería irme y dejarlo así. Pero no pude, Daniel me estaba esperando.

Caminé hacia Michael para despedirme. Él seguía sentado sobre el taburete, afirmando su espalda contra la barra. Me incliné, poniendo una mano en su hombro y le besé la mejilla. Después me aparté, quedando frente a frente.

Le sonreí, nerviosa.

—Deséame suerte —dije. El corazón se me quería salir del pecho.

Él lo notó, y me regaló una de sus bonitas sonrisas para tranquilizarme. Solo que esta vez, la sonrisa no le llegó a los ojos.

—Suerte —respondió, por lo bajo, con algo de desgano, me pareció. Y luego la sonrisa se volvió a una curva de labios apretados.

—Chau —saludé, entregándole la copia de la llave en la mano.

Llegué a la puerta dando pasos inseguros, por los zapatos altos. Pude sentir la mirada de Michael clavada en mi espalda. Los bellos de la nuca se me pusieron de punta. Me paré frente a la puerta cerrada y respiré hondo, tratando de prepararme para disfrutar de esta noche con mi novio. Puse mi mejor sonrisa y abrí, dejando ir a la mierda todas mis inseguridades.

—Hola —Sonreí, apenas vi a Daniel.

Vestía de traje. Y tenía una rosa en su mano. Aunque no eran mis favoritas. Pero este chico era muy olvidadizo. Aun así, sólo importó el detalle que tuvo. Cuando me extendió la rosa y se acercó para besarme, mi sonrisa se extendió como la del gato de Alicia, un poco más. Nada importó que él y yo.

—¿Estás lista?

—Sí, perdoná si te hice esperar.

—No pasa nada. ¿Vamos saliendo?

—Claro —Sonreí, saliendo al pasillo del edificio, después cerré la puerta del departamento. Y tuve que hacer un gran esfuerzo para olvidar lo sucedido allá adentro y concentrarme en la cita—. ¿A dónde iremos?

Pregunté, alcanzando a Daniel por el pasillo, quien estaba llamando a un ascensor. Hasta ahora no había dicho nada de cómo me veía, pero fui paciente. No iba a arruinar la noche por algo como eso.

Por el TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora