Once: Domingo Lluvioso

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Quise morirme. No supe que decir o hacer para salvar la situación. Ni siquiera Olga pudo ayudarme, ella estaba peor que los demás. Dios mío, acababa de escuchar a su ídolo de toda la vida riéndose con ella, no creo que lo fuera a asimilar fácilmente.

La puerta del salón se abrió en ese momento.

—¡ME VOY A CASAR! —gritó Mariana, apenas entró al club.

Todos volteamos a verla, congelados por la noticia. Ella estaba ahí, luciendo feliz y enseñando su anillo. Entonces, un segundo después, todos pegaron un grito de emoción y corrieron a abrazarla. Dejándonos solo a Michael y a mí, sentados en la mesa.

El suspiro de alivio que solté casi se escuchó en todo el salón. Por suerte ya no éramos el centro de atención y podíamos librarnos de esta situación.

—¡¡AHH!! ¡¡No lo puedo creer!!

—¡¡Ya sé!! ¡Yo estoy igual!

—¡¿Cuándo te lo pidió?!

—¡Ayer! Me llevó a cenar al Caldén del Soho y me lo propuso después del postre —contó ella, súper emocionada, mientras las chicas le miraban el anillo.

—¡Es hermoso!

—Y carísimo —dijo Javier, mirándolo también.

—Dios mío, ¿y cuando es? ¿O no han hablado de eso?

—Bueno, sobre eso... —Sonrió, misteriosa.

—¡¿Qué?! —preguntaron todas, ansiosas.

—¡Nos casamos el dos de noviembre!

Todas volvieron a gritar y a abrazarse en ronda, dejando a Mariana en el medio.

—Pero eso es el mes que viene —exclamó Juan.

—¡Si! ¿No es genial? Obvio, todos ustedes están invitados —Sonreía feliz.

—¡Ah! ¡Estaba esperando a que dijeras eso! —Rieron, volviendo a abrazar a la novia, mientras la felicitaban.

Sonreí, conmovida por la escena. Después reaccioné. Me giré a verlo a Michael, él los observaba con una sonrisa dulce.

—Hay que irnos —le susurré, cuando llamé su atención—. Ya viste lo que pasó recién. Vámonos antes de que empiecen a sospechar.

Él frunció el ceño, no muy convencido con mi decisión. Pero, aun así, se puso de pie después de mí y dejó que lo tomara de la mano, mientras lentamente nos íbamos alejando de todos, sin que lo notaran. Pero obviamente, como estamos cagados por un dinosaurio, si nos vieron.

—¡Sam! —chilló Mariana, y me detuve al instante. Volteando a verla con una sonrisa inocente—. ¿No estás emocionada? ¡Me voy a casar!

—¡Ahhh! —Volvieron a gritar las chicas, abrazándola de nuevo.

Mariana me estaba viendo, y esperaba a que me acercara a felicitarla, como el resto. Y ya no podía irme, así como así. Respiré hondo y regresé a donde estaban.

—Muchas felicidades —logré decirle, cuando me abrazó con fuerza—. De verdad espero que sean muy felices.

Me separé, pero ella no me soltó. Me tomó de las manos, las suyas estaban sudadas y presionaban las mías con fuerza. Estaba nerviosa, feliz. Lo noté por el brillo en sus ojos. Fue contagioso.

—Gracias, amiga —Me sonrió, presionando mis manos. Las chicas a nuestro alrededor se secaban las lagrimitas de emoción—. ¡Uy, y esa no es la mejor parte!

Por el TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora