Cuatro: Ella es...

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Subí las escaleras con cierto temor, no sabía lo que me esperaba y eso me tenía nerviosa. ¿Para qué me había mandado a llamar Michael? Por ahora intenté no pensar en cosas negativas porque eso no me estaba ayudando mucho.

Yo era una masa de nervios cuando me planté frente a la puerta de la habitación de Michael. Recordé como llegar a ella, aunque hubiera sido bueno tomar otro pasillo y perderme por los recovecos del rancho, hasta que el mal presentimiento que tenía desapareciera.
Pero eso no sucedió. En cambio, llegué lo más pronto posible a su cuarto y esperé afuera, no toqué la puerta hasta que no estuve tranquila y pude regularizar mi respiración.
Llamé con dos golpes suaves y me sequé el sudor de mis manos en el uniforme. Pasaron unos segundos que me pusieron más nerviosa, escuché pasos y luego la puerta se abrió.

Verlo fue como una sensación agridulce. El corazón se me paró por un instante y luego volvió a funcionar a toda máquina, pero por ese instante, sentí una presión en el pecho que me robó el aire. Sentí un sudor frío en el cuerpo y una angustia que me perturbó. Después todo eso desapareció en cuanto me mostró su sonrisa.

Era raro... todo en mí se alegraba con solo verlo, pero también me dolía el corazón. A eso me refería con que la sensación de verlo era agridulce. Y mucho tiempo me pregunté porqué se sentía así. Era como una felicidad que dolía en el alma. ¿Por qué? Ni siquiera con Daniel, en nuestros primeros meses de noviazgo, había experimentado ese sentimiento.

Tal vez es porque, en el fondo, sabes como terminará esto.

No...

—Sam —Escuché su voz, lejana como si yo estuviera dentro de una burbuja, que se rompió en cuanto lo sentí acercarse a mí—. ¿Sam? —volvió a decir, esta vez más preocupado.

Sentí su mano tocando mi brazo y reaccioné, espantando todos esos pensamientos de mi cabeza.

—¿Qué ocurre?

—No sé, tu dime. Tenías la mente en otra parte, ¿estás bien? —Su mirada me analizaba con cuidado, percatandose de que estuviera hecha en una pieza.

Intenté sonreír.

—Yo estoy bien. ¿Y tú? ¿Para qué me llamaste? Sylvia dijo...

—Oh, no hagas caso a lo que haya dicho Sylvia.  No la recordaba tan intensa y severa —soltó una risita—. Pero descuida, no te llamé para despedirte.

—Tampoco te convenía hacerlo —logré decir y me alegró saber que lo había hecho reír—. ¿Y entonces?

Michael se percató de que el pasillo estuviera vacío, sin nadie espiando.

—¿Subiste sola?

—Si, Mary está en la lavandería y Sylvia en la cocina, creo. Aunque -

—Genial, entonces ven —Me tomó de la mano, y no me dio tiempo a protestar cuando ya estábamos los dos dentro de su habitación. Cerró la puerta con seguro y luego me miró con una sonrisa radiante. En sus ojos vi un brillo de emoción y nervios.

Pero no entendía que estaba pasando.

—¿Qué ocurre? Estas raro —dije, mirándolo extrañada.

—Estoy nervioso.

—¿Y porqué lo -

—Michael, cariño —Escuché una voz femenina en la habitación—. ¿Quién era?

Pálida, sin expresión alguna en el rostro, volteé a ver a Michael, esperando alguna explicación. Él en cambio, agrandó su sonrisa y tomó mi mano.

—Ven, quiero que conozcas a alguien —dijo solamente, y me llevó con él.

Subimos al segundo piso de su habitación, él iba adelante, sin soltar mi mano. Mi corazón latía agitado, no sabía que pensar. Avancé con pasos torpes hacia donde Michael me llevaba.

Por el TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora