Treinta y Dos: Navidad (Parte 2)

299 35 16
                                    

2/3

Aún quedaban como cuatro horas para la cena de Nochebuena, por lo que había tiempo para preparar la comida, bañarse y vestirse. Mi tío puso música, un poco de todo. Lo mejor del tío John eran sus gustos musicales. Mamá preparó los mates y todos salieron al patio trasero de la casa del abuelo a charlar y tomar mates, mientras hacían el asado para la noche.

Michael se ofreció a ayudar con la leña para el fuego. Lo veía cómodo y tranquilo. Mi familia le hablaba como a uno más de nosotros y él entendía rápidamente, a pesar de que no hablaba muy bien el español.
Le preguntaban muchas cosas de él pero Michael era ingenioso para las respuestas.

Yo estaba en la cocina de la casa, charlando con Nicole mientras preparábamos las ensaladas y comíamos una barra de mantecol.

—¡Me cansó! ¡Era un tontito! —se quejó, mientras me contaba de su última relación—. Me siento aliviada de haberle terminado, en serio.

—¿No lo extrañas?

—¡Claro que no! ¡Para nada, Sam! Me tenía harta, ¿vos no te cansas a veces de Daniel?

Dejé de picar la lechuga y la miré.

—Bueno, la verdad es que Daniel y yo ya no estamos más juntos —Solté.

Abrió los ojos grandes y me miró con sorpresa.

—¡Por fiiin! —exclamó, haciéndome reír.

—¿En serio te alegra que me haya quedado soltera?

—Ay, es que Daniel me caía peor que patada al hígado, ¿qué querés que te diga, Sam? ¡Estoy feliz!

Negué con la cabeza, ante su reacción.

—Además, estas soltera pero no sola, eh —Me guiñó el ojo dos veces y sonrió con picardía.

—Ya sé lo que estás pensando, pero Joe es solo un amigo.

—¡Ay, Sam! A mí no me mientas que no soy tonta, eh.

—Es la verdad.

—Ya vi yo esas miraditas entre los dos. Como se sonríen y a vos te están brillando los ojos con todo lo que te estoy diciendo.

—No es cierto.

—Tal vez no sean novios oficialmente, pero que solo se quieren como amigos, ¡esa no me la creo! —chilló, como si tuviera un micrófono—. ¡Si ustedes son solo amigos, entonces yo soy Christina Aguilera!

La golpeé en el brazo, riendo.

—¡Te van a escuchar, loca!

El timbre de la casa sonó.

—¡Yo voy! —dijo Nicole, limpiándose las manos—. Seguro que es Joaquín.

Joaquín... hacía años que no lo veía.

Ella salió de la cocina y yo seguí picando la lechuga. Era mucha cantidad pero nosotros éramos varios y no comíamos poquito.
Nicole no tardó mucho en volver para seguir ayudando.

—¿Viste, qué te dije? —me preguntó, divertida.

—¿Es Joaquín?

—Buenas tardes —saludó alguien más, entrando a la cocina.

Volteé a verlo, y después sonreí como loca, dejando las cosas para ir a saludarlo. Me abrazó fuerte y me alegró saber que aún éramos cercanos. Joaquín era el mayor de los nietos, de los primos. Summer era la segunda. Por eso ambos habían llegado a ser más cercanos a pesar de la distancia de países.

Por el TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora