Treinta y Cinco: Es Momento de Avanzar

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Ú L T I M O S   C A P Í T U L O S


Despierto y todo ha cambiado. El tiempo avanza, pero no cura, no resuelve mis problemas, solo me obliga a convivir con ellos. Me cuesta sobrellevar mi realidad, paso más tiempo desconectada de todo y de todos. Mi memoria conserva lo que el tiempo ya se ha llevado. Sigo estancada en aquellos dulces momentos, vagando en los recuerdos. Pero tarde o temprano debo volver al hoy. Mi celular suena, la gente se pregunta qué ha pasado conmigo. Los que me quieren se preocupan e intentan localizarme. Yo sigo aquí, llorando en donde antes fui feliz, recordando cómo era mi sonrisa cuando él estaba conmigo, cuando creábamos un mundo solo para nosotros dos, y nada más tenía importancia. Ahora todo me vale. Ya no me interesa levantarme de mi cama y comenzar el día, prefiero pasar la mayor parte del tiempo dormida, así puedo verlo en mis sueños, así puedo ser feliz a bases de mentiras idealizadas por mi mente. El mundo se siente tan vacío, tan ordinario sin él. Que importa lo que haya allá fuera, no tiene importancia si no lo puedo compartir con él.

Los días van pasando, pero mi tristeza se acentúa cada vez más. Es como si esta angustia hubiera llegado para quedarse desde que él se marchó. Me cuesta estar bien, me cuesta mantener una sonrisa, me cuesta no sentir ese vacío. Como si ya nada me llenara, como si ya nada me provocara emoción alguna. Como si una parte dentro de mí se hubiera muerto, pero yo sigo viva, sufriendo esta agonía. Todos los días hago el esfuerzo de seguir adelante, intentando acabar con mis esperanzas de volver a verlo.

Ya no volví a tomar desde aquella noche en año nuevo, la jaqueca del otro día y el malestar en todo mi cuerpo fue horrible. Me di cuenta de que era inútil hacerme sentir más miserable de lo que ya me sentía. Intenté proteger mi vulnerabilidad, fingiendo que ya todo había pasado, que ya no me dolía. Pero lo cierto es que todavía había noches en las que me dormía llorando por él. Si escuchaba un ruido, por más mínimo que fuese, corría a su habitación, con la ilusión de verlo allí. Pero eso no ocurría, y luego lloraba. El resto del día me sentía débil, no tenía ánimos de nada. Toda la casa me recordaba a él y me costaba muchísimo pretender que ya todo estaba bien.

Lo peor es que había decidido pasar por todo esto yo sola, nadie me entendería. Y prefería fingir con el mundo exterior, guardando mis lágrimas para cuando estaba sola en la oscuridad de mi habitación.

No fue fácil obligarme a salir de la cama y retomar lo que algún día hice con tanta facilidad. Tenía la compañía de mis gatos, que muchas veces fueron el motivo para que me levantara de la cama. Aún debía velar por ellos, me necesitaban. Tenía que cuidarlos. La mayor parte del tiempo estaba con ellos, ignorando mi celular, las redes sociales o la televisión. No salía mucho de casa, de vez en cuando hablaba con mis padres para dejarlos tranquilos y siempre estaba consiguiendo que Marcelo me diera el día libre porque no tenía ganas de ir al trabajo. Incluso la despensa estaba casi vacía y yo no podía ni siquiera salir de la cama para comprar comida.

Fueron días difíciles. Pero los sobrellevé a mi manera.

Ese lunes estaba en el trabajo. Ya no podía pedir más licencias, corría el riesgo de perder mi trabajo y además necesitaba el dinero. Hice un enorme esfuerzo y salí de casa. Mi aspecto era deplorable y mis ánimos estaban por el suelo. Además de que al mundo parecía importarle una mierda como me sentía. Esa mañana fue difícil. Había rabeado con mi auto porque no había querido arrancar hasta después de intentarlo por casi media hora. En el trabajo todo era peor. Estaba lleno de gente y yo no tenía cara de amigos ni paciencia para nada. Lo intenté, intenté hacer mi mejor esfuerzo y volver a casa cuanto antes. Pero me estaba costando bastante.

Lucía lo había notado, no dejaba de preguntarme si estaba bien. Cómo odiaba esa pregunta ahora. Tuve que convencerla para que no volviera a preguntar y me mantuve apartada y en silencio, esperando a que alguien me llamara para atenderlos.

Por el TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora