Ocho: Es Sábado

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Desperté con un fuerte dolor de cabeza que me hizo quedarme más tiempo en la cama. De todas formas, era sábado. Podría pasarme el día entero en la cama si lo quisiera.

Habia despertado hacia un par de horas, pero me negaba a dejar mi cuarto. Sobre todo, por cómo estaban las cosas con Michael. No sabía cómo encarar la situación. Podía escuchar ruidos en la cocina, tal vez él ya estaba levantado.

Me quedé acostada, con mi pijama, envuelta en las frazadas, mirando la puerta de mi pieza mientras acariciaba el pelaje de Mike, quien dormía en una extraña posición al lado mío. Me estaba debatiendo por si abandonar mi cama y arreglar las cosas, o seguir escondiéndome aquí como si fuese una niñita de ocho años otra vez.

Me entretuve mirando mi celular, aunque ignoré todos los mensajes, solo estaba buscando una excusa para no salir del cuarto. No me sentía lista. Aunque si quería arreglar las cosas con Michael. Que discutiéramos fue horrible. Y me sentí mal al irme a acostar estando enojados. Pero, a fin de cuentas, habíamos estado peleando por lo de Daniel, quien es mi novio, ¿no se supone que debía defenderlo? Si, tal vez sea un completo idiota en ocasiones, pero no es una mala persona. Solo que Michael no quiso entenderlo.

Quedarme todo el día en mi pieza parecía una buena idea. Pero en cuanto Mike y yo comenzamos a sentir hambre, todo se complicó. De alguna u otra forma debía salir. Y eso también significaba: hablar con Michael Jackson. Aunque termináramos peleando de nuevo.

Así que me puse de pie, me cambié el pijama por un short de mezclilla y una camisa a cuadros, me hice un rodete y caminé hacia la puerta, descalza. Respiré hondo, contando hasta tres. Cuando estuve lista, corrí al baño y me encerré allí antes de que Michael viera que había salido del cuarto. Después, me miré en el espejo y me regañé a mí misma por lo estúpida e inmadura que estaba siendo.

Vamos, Sam. No seas tonta. Él no muerde. Además, tarde o temprano tendrán que verse las caras. No puedes pasarte todo el día en el baño, ¿o sí?

Pruébame.

Sal ahora, estúpida.

Está bien, está bien. Ahora voy... Estúpida consciencia.

Volví a respirar profundo y tomé el picaporte. Para entonces ya había logrado peinarme y lavarme la cara y los dientes. Esta vez estuve lista para hacerlo. Así que abrí la puerta y salí al pasillo, caminando hacia la cocina. Michael estaba sentado en la barra, desayunando café —lo supe por el olor que había en todo el departamento—, en una de mis tazas que tenía impreso un collage con fotos suyas. Eso fue vergonzoso. Ni siquiera volteó a verme cuando ingresé en la cocina. Y como la estúpida orgullosa que era, yo hice lo mismo. Me ocupé en calentar el agua para tomar unos mates y en servirle la comida a Mike que, también por orgullosa, ahora le decía solamente mishi. Él se puso de pie y lavó su taza cuando terminó, después caminó a la sala y se quedó de pie junto a la ventana cerrada, pero con las cortinas abiertas. Se veía ausente, apagado. Me sentí como una tonta, sobre todo por no tener el valor de hablarle. Aunque él tampoco. Llevábamos casi una hora ignorándonos desde que nos habíamos levantado, estando en la misma habitación. Esto era estúpidamente incómodo. Tuve que entretenerme viendo unos tiktoks de risa para matar el horrendo silencio que había en toda la casa. Me moría por poner música, sobre todo de él, pero el orgullo no me lo permitía, mucho menos ahora que nos estábamos ignorando.

Así estuvimos gran parte de la mañana, y no fue lindo. Me sentí pésima, mirándolo con tristeza mientras él no me veía. Ni siquiera pude terminar mi desayuno, de repente se me habían quitado las ganas de comer o de reír, así que apagué mi celular y me puse de pie. Tiré el vaso de plástico con el que estaba tomando agua al fregadero y pegué la vuelta, de regreso a mi habitación, el sonido hizo eco por todo el departamento. No me importó, solo quería volver a esconderme bajo las frazadas de mi cama antes de que me soltara a llorar y él me viera. Yo era una estúpida cobarde por no atreverme a decir las cosas, y él era un estúpido orgulloso por no haber tenido si quiera la intención de intentarlo.

Por el TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora