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Habían pasado tres semanas. Tres malditas semanas desde que sus chicos repentinamente desaparecieron por la voluntad de las gemas. Con toda la ayuda de Strange, aún no sabían como era posible.

Wong le repitió a Strange que debían dejar que todo fluyera a su ritmo y no interrumpir. Pero Tony no podía esperar más, debía buscar a sus hijos sin importar que.

Tony ya tenía algunas ideas sobre los viajes en el tiempo, tenía planos para la máquina, pero sentía que le faltaba algo. Por supuesto que era mega inteligente, más que todos en este lugar, pero quizás la porción de su gran genio no sería suficiente. Como prometió Strange, fue a ayudarlo, incluso cuando este le dijo que Wong le advirtió que no podían alterar el destino de algo.

Pero Stephen, no se quedaría de brazos cruzados esperando. Técnicamente siente culpa al no poder manejar el poder de la gema del tiempo, pero posiblemente sea porque, incluso siendo el gran mago supremo, sigue siendo un mortal. La naturaleza de las cosas era más poderosa que su simple vida.

Sabía que esta no era su zona, pero siempre ha tenido una inteligencia vivaz, no por nada fue un gran cirujano por entonces. Pero eran tiempos aquellos y nunca podría volver a ese trabajo.

Tony veía al hechicero leyendo sus libros y luego usando las pantallas del taller, se preguntaba cómo sucedió el accidente de sus manos. Leyó algo al respecto, pero nunca le dio interés porque siempre sucedían accidentes iguales en todas partes. Pero lo que sea que pasó ese día con Strange, lo cambio para siempre.

Era curioso por naturaleza.

—Si me permites. ¿Qué sucedió?—le preguntaba mientras le hacía un gesto de señalar las manos de Strange, mientras volvía con sus planos.

Strange se puso tenso ante la pregunta. Tony se dio cuenta.

—De acuerdo, no me lo debes decir si no quieres. No hay problema—dijo sincero pero para Strange el tono que uso el Stark fue como de decepción.

Sin pensarlo tanto empezó a decirle—Mis manos sufrieron graves heridas el día de mi accidente, fue parte mi culpa que esto sucediera. Mis manos eran mis herramientas, mis fieles compañeras para cada operación que hice. Toda la confianza las tenía por ellas. Hacía bien mi trabajo. Pero luego de eso, mi frustración y mi miedo a nunca regresar a ayudar a alguien más, que por ese entonces lo veía más como un orgullo y competencia, me llevó a gastar todos mis millones para toda cirugía que pudiera tener, para regresar a eso que era bueno, pero ninguna... funcionó.

Tony dejó su tarea a un lado y siguió prestandole atención.

—Por cosas del destino, llegué a un lugar llamado Kamar-taj. Ahí aprendí todo lo que se ahora, incluso sabiendo la responsabilidad que caería sobre mis hombros. Al final de todo, lo que hago era para proteger a todos, solo que era demasiado orgulloso. Ahora me doy cuenta que ese día, del accidente... fue el día en que-

【 тнє νιѕιтσяѕ 】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora