[8] 𝙴𝚕 𝚚𝚞𝚎 𝚑𝚎𝚛𝚎𝚍𝚊 𝚜𝚞 𝚏𝚞𝚛𝚒𝚊

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[𝙳á𝚖𝚊𝚜𝚘 — 20 𝚊ñ𝚘𝚜]

Subo por segunda vez las escaleras que dan al segundo piso, después de haber recibido por la mañana un pesado y aburrido sermón por parte de Bones. Al parecer, alguien se ha ido de la lengua y le han dicho los machos que estamos llamando mucho la atención por Hearthsville por tanto saqueo, quema de coches y contenedores llenos de basura. No es mi culpa, pero Bones me pilló en medio y me tragué una charla eterna de una hora junto a otros seis lobatos.

Ninguno nos hemos delatado —tampoco me han dicho quien fue— , porque eso significa ser un soplón y la pena según nuestras normas es darte una paliza entre los afectados por dicho sermón. Bruno no ha sido. Aunque él sea un bocazas, sabe que si yo estoy en problemas por su culpa lo voy a torturar durante toda la semana de formas terriblemente crueles. Además, él también estuvo metido en medio cuando ese gigante de Bones nos llamó señalándonos con el dedo.

Llamo con los nudillos pelados por la última pelea, ya que Darben nunca aprende, pero no escucho ninguna respuesta. Abro sin más, encontrando a Bones con unos cascos negros por el que seguramente estará escuchando música para no molestar a nadie; dándome la espalda. Cada vez que lo veo me sigue pareciendo un gigante, ya que a duras penas rozo el metro setenta y sigo siendo el lobato más bajito —pero no el más débil, y eso ya lo saben muchos grupos— de nuestro territorio. 

—¡Bones! —lo llamo lo bastante alto, junto a un gesto tosco para captar su atención.

El Alfa aparta la mirada de su revista de arte, o de una mierda similar, y me señala con el dedo antes de hacerlo con la silla que tiene delante del enorme escritorio. Cierra la revista, seguidamente se quita los cascos, y su cuello genera el sonido más alto en toda la silenciosa habitación. Literalmente no se escucha nada. 

Rara vez Bones está por esta casa de reposo, quizás lo vemos una vez a la semana. Normalmente para saber cómo van las cosas por aquí al ser una de las cuatro casas para lobatos en todo el territorio que posee. 

—Dámaso, siéntate —ordena en un tono leve al ver que me he cruzado de brazos, sin moverme del umbral de la puerta. 

Asiento, cerrando la puerta tras de mí y camino en su dirección con las manos dentro del chándal manchado de sangre. Por la mirada que me lanza, ya sé que las noticias no son para nada buenas, aunque no me importa en absoluto. Tomo asiento, sacando las manos para cruzarme de brazos y él también hace lo mismo conforme me observa con esos ojos que antes me daban un poco de miedo pero ahora no provocan nada negativo en mí. Mi apatía hacia él es demasiado grande, y con el paso de los años me he vuelto más descarado. O al menos eso dice Rowen cada vez que me ve cada pocos meses.

Bones es un lobo que me provoca arcadas por su perfección. No existe ningún lobo que te diga algo malo sobre él: Paciente, inteligente, estratégico, fuerte, sociable... Detesto a la gente que no tiene errores en sí mismo, porque todos los tenemos; yo me incluyo. Su camisa negra aprieta ese monstruoso torso, con vello castaño al descubierto, y seguramente los pantalones de pinza estarán igual de perfectos. Siempre inmaculado. Siempre notándose allá donde va de una forma u otra... me exaspera.

—Bueno, qué quieres.

El Alfa se queda en silencio por esa forma tan chabacana de responderle, como si ser la cúspide de esta cadena no me importara en absoluto. Observo que entrecierra los ojos, clavándome las pupilas como método de intimidación, aunque sólo consigue que apriete el estómago inconscientemente.

Bueno, vale, intimida un poco pero no tanto como cuando era un cachorro bobo y soñador.

—Te dije que ibas a ser problemático pese a tener cara de niño bueno —pronuncia calmadamente, aunque no me inmuto—. Y no, no estoy hablando de los últimos problemas o de que tengas los nudillos pelados por haberte peleado con otro lobato. —Ahí escondo las manos, al haberlas tenido a la vista, aunque ahora mismo eso no sirve porque ya lo ha visto—. Estoy llamando a los cinco lobatos que os voy a trasladar de casa.

𝕯á𝚖𝚊𝚜𝚘 [También en Inkitt]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora