[32] 𝙳𝚎𝚏𝚎𝚗𝚍𝚎𝚛 𝚢 𝚊𝚝𝚊𝚌𝚊𝚛 [𝙺𝚎𝚢𝚝𝚑]

114 19 6
                                    

[𝙺𝚎𝚢𝚝𝚑]

Hemos recorrido toda la ruta 64 del tirón (Gum Spring, Hadensville, Windson Park, Shannon Hill, el sur de Zion, Keswik y Shadwell) para así descansar cerca de Charlottesville, específicamente en el territorio de Pantops; una pequeña zona neutra de descanso para lobos. 

El hotel Monticello es donde hemos decidido hospedarnos por hoy, aun siendo a duras penas cerca de las tres de la tarde. En todo el trayecto que hemos dado, Dámaso no ha querido preguntar demasiado por mi confesión de ser asesino como Jade. Mi padre me contó la historia de ese lobo, el cómo la venganza le trastocó la cabeza y lo volvió una criatura tan desalmada que no le importó en matar a toda su familia para apaciguar su sed de sangre... temporalmente.

Supongo que el mundo de la oscuridad puede ser atractivo y yo conseguí salir a tiempo con bastante apoyo de mis padres. Mi padre, cuando se enteró, me arrancó todos los libros de ese tema hasta quemarlos y revisó absolutamente toda nuestra guarida para que no tuviera ningún arma a la vista. Sólo tuvo las suyas guardadas bajo una caja fuerte; sólo que no contó con algo: Cuando eres lobato, el límite no existe. Yo era demasiado listo para que me tomaran por un subnormal que se pasaría los días machacándosela y espiando chicas —lo fui, pero no tan exagerado—, hasta que en mi grupo alguien trajo algunos libros sobre armamento militar y supervivencia de una biblioteca que cerraron para limpiarla. ¿Qué hacía un lobato en una biblioteca? Bueno, pues eso es por culpa de lo adultos: Creer que todos estamos cortados por la misma tijera, pero la realidad es que algunos nos desviamos del camino que toman la mayoría.

Habían algunos recuerdos mejores que otros, pero desde luego que lo mejor fue pasar de la teoría a la práctica: Cagarla, no hallando resultados, recibir gritos por malgastar recursos... y obtener resultados positivos tras tantas cagadas. Todavía recuerdo lo divertido que fue crear mi primera bomba con puré de patata, o cuando fabriqué bombas fétidas con basura para atormentar a los Betas de nuestro sector. 

En  el fondo, los lobatos éramos unos cabrones.

El Hotel Monticello no es un hotel lujoso. Dos estrellas y media tiene, está apegado al bosque donde hemos escondido bien la furgoneta y tiene lo básico —internet y desayuno gratuito; también piscina para el verano—. No podremos aprovechar el desayuno, una pena, pero el internet lo necesito para el portátil. La estructura es bastante sobria, con paredes de un simple color beige y el tejado a dos aguas además de plano, el aparcamiento es lo bastante estrecho para que nos jodan con una bomba pero me aseguro de que nos quedemos en alguna habitación tirando al centro. Hay bastantes escaleras de servicio, por lo tanto las rutas de escape son buenas.

Pago cien dólares sólo por esta noche, pidiendo lo que necesito: Una habitación de una cama, en la parte central, y sin ningún lujo irrelevante. Incluso tengo que aplastar la estúpida campanita de metal, con ese puto sonido estridente, con el puño para que el tipo flacucho con el cabello relamido deje de tartamudear excusas de mierda. No puedo ser paciente. No ahora.

Dámaso, como lobato caótico que es, no puede evitar intentar provocar problema conforme subimos al primer piso, así que lo primero que hago es agarrarlo del cuello para que se quede quietecito. Lo guío a la habitación, sin que pueda defenderse, y cuando nos metemos donde toca no dudo en dejar caer la mochila en el suelo con un sonido sordo y arrastrarlo en la cama.

—¿Tienes ganas? ¡Pero si acabado de llegar!

—Yo siempre tengo gana de ti, cachorro —le confieso, arrancándole la ropa y conteniendo mis ganas de rompérsela. Aunque es tentador, no tiene más mudas de ropa de las que le he comprado a ojo—. Ahora sé un lobato cabrón y juega en la liga de los mayores.

𝕯á𝚖𝚊𝚜𝚘 [También en Inkitt]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora