[5] 𝙴𝚕 𝚚𝚞𝚎 𝚜𝚎 𝚙𝚊𝚛𝚎𝚌𝚎 𝚊𝚕 𝚙𝚊𝚍𝚛𝚎

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Miro distraídamente la pelea que se está formando en la pista de baile, pero a mí estas cosas nunca me han interesado demasiado. Son aburridas, ya que para mí la victoria del lobato que se golpea contra el otro es más que obvia. 

—Hoy estás muy ausente, Dámaso —me dice Bruno, dándome un pequeño golpecito en el pecho al descubierto—. ¿Un mal día?

Bebo del vodka con lima con un movimiento casi mecánico, aunque mi expresión facial es bastante estoica. No es hasta el segundo golpecito de Bruno que reparo en que él está apoyando la cabeza sobre mi muslo, conforme tiene el móvil en una mano y el cigarro en la otra. Los ojos color avellana se me quedan mirando a la espera de una respuesta, siguiéndole las cejas castañas arqueadas.

—Belinda —comento, aunque no estoy seguro si me ha escuchado.

—¡Ya era hora! —brama Dovan, quien está apoyando su cabeza en mi hombro y le da un largo trago a la cerveza tostada—. Ya te dije que era una zorra y que esa clase de mujeres no sirven. ¿Cómo ha sido? 

—Seguro que le ha ido mal, mira la cara de mosqueo que tiene —acierta bruno, quien recibe un pellizco en la cara con un poco de fuerza—. ¡Ay, vale, lo pillo! ¡Lo siento!

Gruño bajo, acentuando mi molestia. Esto de hacer limpieza es un puto asco, especialmente cuando todas se comportan de la misma manera, y yo intento ser lo más delicado posible para que no se queden tan destrozadas. Estoy seguro que si me las hubiera follado la cosa hubiera sido muchísimo peor, porque tengo entendido que las humanas se ponen muy obsesivas si disfrutan del sexo con un macho. Claro que yo soy un lobato, pero huelo como todo un adulto.

—Un Gamma... —mascullo, haciendo los dedos de una mano crujir enrabietado.

—¿Se la ha follado un Gamma? —pregunta Dovan, sorprendido, y Bruno suelta un resoplido burlesco—. Qué bajo caen las humanas por rangos tan bajos. Ella se lo pierde.

Cuando me lo soltó, en el momento que le dije que no quería frecuentar más con ella, me golpeó varias veces con el bolso y me gritó que al menos le quedaba un Gamma de una ciudad vecina. Tuve que tomar una buena respiración profunda y largarme para darle al saco del sótano durante casi una hora cuando volví a la casa de reposo. Me sentí humillado. 

—¿Quién creéis que ganará? —Señala Bruno bastante cansado de bailar, moviendo el dedo hacia los dos lobatos que no paran de darse de puñetazos porque alguien le ha tirado un cubata—. Yo me he apostado diez pavos a que el ganador sería Alex.

—¿Alex? —cuestiona, Dovan, arrugando la nariz—. Estás ciego. Claramente va a ganar Chris, ¿no ves las patadas que pega?

Asiento de inmediato por ese comentario en concreto.

—Tiene buena técnica, pero Alex es más pesado y en lugar de lanzar puñetazos o patadas, lo mejor es que juegue con la diferencia de peso a su favor, sino ya os digo que perderá. 

Casi treinta minutos después, Chris queda como ganador aunque se termina desmayando por la lluvia de golpes que le ha dado Alex. Aun así, nadie auxilia al segundo sino que al primero se lo llevan a unos sofás apartados para despertarlo y así felicitarlo. No ha sido interesante, estaba claro quién iba a ganar. Sin embargo, la puerta que da al exterior se abre y muchos lobatos nos giramos directamente en dirección al olor que invade nuestro territorio. Un olor adulto.

Y sexual.

Todos nos hemos dado cuenta de esa peste, pero lejos de sentir excitación yo lo que experimento es una pelota en el estómago por la repulsión. Al contrario que mis compañeros, los cuales se incorporan y ahogan un gruñido en respuesta a las potentes feromonas del macho que entra al antro en nuestra dirección. El lobo que entra con paso seguro, porte orgulloso y la larga cabellera rubia capta una veintena de miradas extasiadas sin perder de vista sus pasos. 

𝕯á𝚖𝚊𝚜𝚘 [También en Inkitt]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora