[21] 𝙽𝚘 𝚙𝚞𝚎𝚍𝚎𝚜 𝚘𝚋𝚕𝚒𝚐𝚊𝚛𝚖𝚎

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Su mera existencia me reconforta a veces.

Ese es el primer pensamiento que tengo cuando abro los ojos, minutos antes de que los primeros rayos del sol vayan a atravesar las montañas, y después se colarán por la ventana abierta. El pensamiento inconfesable es para Tarek, quien me observa a menos de un palmo de la cara junto a la sonrisa boba de siempre. 

Lo doy por perdido.

Le he dicho mil veces que no puede colarse en mi habitación, pero no escucha: Si cierro la ventana, se puede tirar horas lanzándome guijarros que repiquetean en el cristal para sacarme de quicio; si la dejo abierta, no duda en colarse, desnudarse por completo, meterse en la cama, y acomodarme para que pueda tirarse parte de la noche abrazándome por la espalda. Espera a que me quede dormido para que no lo eche.

Parece que en cualquier momento le van a salir orejitas afelpadas y una cola mullida, eso es lo que pienso cuando mueve la cabeza y me da el primer beso del día para así volver a sonreír con menos esfuerzo. Definitivamente Tarek es muy blandito. 

—No deberías estar aquí —murmuro, haciéndole una mueca de desaprobación. Es cansino y pegajoso.

—Estoy en mi lugar favorito, así que estás equivocado.

—Ridículo —resoplo, dando por concluida la oportunidad de perder el tiempo. Termino por empujarlo de la cama, sin tiempo de reacción, y el quejido es sordo—. Lárgate a tu puto trabajo, y como me entere que has sido un vago te lanzaré todos los guijarros de mierda que he ido acumulando por tu berrinche de querer entrar.

Tarek se soba la espalda conforme se coloca de rodillas, mirándome con el ceño fruncido. Sé que no le ha dolido ni un poco. Los tontos siempre tienen suerte, y con lo acolchado que está prácticamente como mucho tendrá un poco de resentimiento durante unos minutos.

—Qué.

—La próxima vez que me tires de la cama, te ataré a ella. —No lo dice enserio, los labios le traicionan e intenta no sonreír—. Lo digo de verdad. Si sigues siendo un lobato tan malo conmigo, voy a tener que corregirte.

—No puedes obligarme, bobalicón. Y ahora lárgate —le señalo la ventana.

A regañadientes comienza a vestirse y yo le doy la espalda. 

No quiero que demore en largarse o tendré problemas innecesarios por culpa de este idiota y sus caprichos. Cierro los ojos, pero el problema es que escucho el roce de la tela moviéndose por su cuerpo: Empieza por cubrirse los pies con los calcetines, le siguen los pantalones pero no escucho la cremallera ni el cinturón, después la camisa que no se abotona, y finalmente silencio. Un silencio muy extraño que me hace levantar los párpados y girarme para ver qué pasa.

Tarek está mirando el post-it que tengo pegado a la pared para saber nuestros Celos:

► Yo: Abril y Octubre.

► Tarek: Abril y Noviembre.

► Keyth: Marzo y septiembre.

Después me mira a mí con un gesto serio. Como había supuesto, no se ha subido la cremallera del vaquero ancho y tiene todo el tronco al descubierto. Verle con esa cara, en lugar de esa estúpida sonrisa feliz consigue trague saliva por inercia. Es una seriedad... sexy, aunque escasa proviniendo de él.

De todos modos, no entiendo la expresión. En nuestros Celos —al menos durante el año que estamos juntos—, evitamos meternos en medio y optamos por el encierro. Keyth no quiere que repitamos esa cagada de abril, ya que dos lobos en un mismo estado puede ser peligroso aunque él sea muy fuerte. 

𝕯á𝚖𝚊𝚜𝚘 [También en Inkitt]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora