[51] 𝙴𝚕 𝚌𝚞𝚊𝚛𝚝𝚘 𝚋𝚎𝚜𝚘 𝚍𝚎 𝚕𝚊 𝚟𝚒𝚌𝚝𝚘𝚛𝚒𝚊

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El cuchillo sale goteando sangre después de pasar casi tres horas huyendo como gilipollas por Marion, Arkansas. Desde mi posición, disfruto de la mueca torcida de Keyth al comprobar que he ganado en nuestro trato. Yo siempre gano, aunque a veces demore más tiempo de lo que hubiera pensando en algún momento. ¿Acaso pensaba que no había estado entrenando a escondidas de los demás? Qué equivocado estaba.

Es cierto que todavía siento ganas de vomitar cuando mato a alguien, pero si me esfuerzo mucho puedo aguantar las ganas para, cuando nadie me esté observando, vomitar. Es desagradable. 

—Tienes que estar de coña... —le escucho decirme, antes de lanzar el cadáver del lobo que ha matado él dentro del conducto de la lavandería. Creo que incluso está un poco más pálido de lo que soy capaz de imaginarme—. ¿De cuándo eres así? 

—Te doblegarás a mí, Keyth. Puedes sentirte orgulloso.

Limpio el cuchillo con la tela del lobo que tengo debajo y lo vuelvo a guardar junto a sus hermanos. Ha sido culpa suya tomarme por tonto. Es cierto que en el cuerpo a cuerpo tengo mucho que aprender, pese a mi fuerza, pero si es ataque a distancia o una emboscada... es otra historia. Imitar a lobas es muy interesante.

—Ni de puta coña. —Cierra la puertecilla de acero—. Mi culo es sólo un tubo de escape, no de entrada.

—Hicimos un trato, no me jodas ahora —mascullo, dándole una patada a la pierna del lobo. El crujido que resuena en la habitación del hotel pasa desapercibida gracias al volumen de la radio de fondo—. Tampoco te creas que Tarek está de acuerdo con ello, así que voy a tener que ser muy complaciente con él para que las cosas no empeoren entre nosotros. Así que, te lo diré claro: Cuando yo crea el momento oportuno, te lo haré saber, y no toleraré ninguna soplapollez. Si has sido un macho para darme por el culo hasta removerme el estómago al hacerlo fuerte con esa polla monstruosa que tienes, también lo serás para cumplir tu promesa. No te atrevas a mentirme a la cara.

Keyth gruñe bastante enfadado. Es por eso que me he tomado la arrogancia de soltárselo justo ahora, pero al mismo tiempo mi generosidad por todo su tiempo invertido en mí ahora se lo devuelvo para que se mentalice. 

Nos encargamos esconder los cuerpo de los lobos que nos persiguen, obteniendo el resultado aburrido de siempre, y rápidamente salimos por la puerta de emergencia para dirigirnos a la furgoneta. El malhumor de Keyth aflora porque tiene todo el coche lleno de agujeros por las balas, ralladuras, y parte del capó le costará una fortuna arreglarla. También lo sé por algo más que el olor, sus pisadas contra las escaleras metálicas son toscas además de rápida. Hombros tensos, mandíbula apretada, respiración atacada... definitivamente tarde o temprano todo tendría que explotar, y todavía tenemos un largo viaje.

En cuanto llegamos al coche, decido sentarme atrás con Tarek y darle un beso en la frente para quitarle esos morros de enfurruñado. Estoy segurísimo que nos ha escuchado por la ventana abierta, así que poco puedo hacer al respecto. Me siento sobre su regazo, tomo sus manos para que las palmas toquen mi estómago y le regalo un segundo beso en la quijada para conseguir que sonría. Tarek es fácil de domesticar, y como está súper enamorado de mí... bueno, a veces no siempre puedo salir ganando.

Salimos de Marion para meternos en la carretera 55 y un rato más largo giramos para estar en la ruta 40 para ignorar Lehi, varios Citgo (gasolineras), y atravesar el último espacio gigante de zona boscosa antes de vislumbrar terreno rocoso y árido. Definitivamente puedo asegurar que me siento incómodo cuando los árboles desaparecen y los que se aprecian son escasos, las montañas toman protagonismo y el calor al estar en verano es asqueroso. Tampoco es que ayude mucho que Tarek se pase parte del camino dándome un cariño que parece que no se le agota nunca. 

𝕯á𝚖𝚊𝚜𝚘 [También en Inkitt]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora