[26] 𝙽𝚘 𝚙𝚞𝚎𝚍𝚎𝚜 𝚝𝚎𝚗𝚎𝚛𝚕𝚘𝚜

135 22 7
                                    

Ordeno a Keyth muy seriamente que vigile a Tarek, ya que quiero hablar con mi padre. Tiene permiso para noquearlo si se pone pesado, y en ello está implícito que controle su fuerza. Asiente, sin reprocharme nada, pero vacila a la hora de darme o no una mordida en la quijada. En su lugar lo hago yo: Me giro, le hago una señal con la mano para que se agache, y cuando lo hace en lugar de una mordida le planto un beso suave.

Quiero que papá lo vea. Quiero que sepa que me gusta de alguna forma que todavía no entiendo, que me hacen sentir bien. 

Rompo el beso y le guiño el ojo antes de caminar en dirección a papá, quien me lleva en dirección por la puerta trasera para hablar a solas. No quiere que nadie nos interrumpa, y yo tampoco. Verle aquí, en este lugar, me hace sentir un poco incómodo y me obliga a ponerme a la defensiva; aun cuando no huele a Rowen. Supongo que tendrá trabajo, como siempre.

Afuera el viento es fresco y húmedo, pero tanto papá como yo usamos manga corta por intenciones distintas. No hay ni un alma. Literalmente sólo estamos él y yo, ubicados un poco lejos de la puerta pero no lo bastante para irnos corriendo en un par de zancadas. Se le ve enfadado.

—Bueno, ¿qué pasa? —pregunto, sacándome un cigarro y mostrándole mala cara. Detesto que me haya pillado, así que tengo que inventarme alguna excusa de mierda para no arrastrar a Keyth, que es con quien me ha visto tontear y bailar. Bueno, en teoría. A saber si también me ha visto con Tarek, y eso sí sería un problema. 

—No sé, dímelo tú. —Dante apoya la cadera contra el montón de cajas apiladas y se cruza de brazos sobre el pecho—. ¿Qué crees que estás haciendo, Dami? ¿Eres consciente de qué puedes condenarle la vida a ese macho adulto?

—¿Y a ti qué coño te importa eso? 

—A mí no me hables con ese tono, cachorro —advierte en un gruñido bajo. Papá no es tan tosco como Rowen, tiene más paciencia, pero sus enfados son del tipo violento por algo que le pasó en el pasado según me confesó Rowen años atrás. Es un mecanismo de defensa contra un tipo de miedo que todavía no ha sanado. Toma una respiración y pinza el puente de su nariz para controlarse—. Dámaso, por favor, hijo... ¿Por qué no puedes esperar a ser adulto? Sólo te quedan...

Le interrumpo en un bufido de humo.

—Llevamos un año juntos.

—¡¿UN AÑO!? —granza, descruzando los brazos para pasarse una mano por el pelo. Toma una ligera bocanada para relajarse otra vez. Este tema parece que le toca bastante una fibra muy sensible—. ¿Lo sabe tu padre?

—Es mi vida. ¿Qué coño os importa con lo que haga con ella? —Mi tono es agresivo, como cabe esperar en una situación como esta. Aunque sé que papá intentará ser diplomático, no me gusta hasta donde intenta llegar—. Me abandonasteis, me mentisteis de que estaríamos juntos, ¿y ahora quieres que os escriba cartitas para contaros mis decisiones? No va a pasar. Ya sabéis de sobra lo que me pasó dentro, y aun así no hicisteis nada; tuve que cambiar, adaptarme a las malas y ser algo que ya no puedo dejar atrás.

Su ceja oscura y negra se alza, siendo signo de sorpresa. Quizás por el tono, quizás por el arranque de enfado que conoce bien de su esposo, o quizás porque es quien menos tiempo pasa conmigo últimamente. Puede que todas al mismo tiempo.

—Cariño, por favor, no seas así conmigo —pide con un tono amable, comprobando que tratarme como lo hace Rowen no sirve conmigo. No puedes imitar algo así—. Sabes que te quiero mucho, eres mi cachorro aunque te quede poco para ser adulto. ¿Por qué no confiaste en mí para que te ayudara en esto?  Te hubiera orientado de alguna forma, pero necesitaría tiempo para estudiar tu caso para evitar problemas sin que nadie se metiera en medio.

𝕯á𝚖𝚊𝚜𝚘 [También en Inkitt]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora