[46] 𝚃𝚘𝚍𝚘 𝚄𝚗 𝚅𝚊𝚕𝚒𝚎𝚗𝚝𝚎 [𝙳𝚘𝚟𝚊𝚗]

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[𝙳𝚘𝚟𝚊𝚗]

Tic, tac, tic, tac, tic, tac...

Eso es lo que escucho por, prácticamente, dos horas ininterrumpidas mientras Bones no deja de darle golpes a la pizarra frente a sus hombres. Todos los machos que están a su cargo, en esta guarida principal, llevan años estresados desde que Dámaso se escapó de la casa de verano con ayuda de otro lobo. 

Ordena que busquen, que olfateen, que atrapen soplones, envíen topos, que se follen incluso a lobas si algo saben; y si hace falta también son libres de matar a mentirosos... Está desesperado, rebanándose los sesos para que todo el mundo ayude a atrapar tres lobos que él califica como rango SSS.

Yo no sirvo para ayudar.

O, mejor dicho, le he hecho creer a todo el mundo que soy un lobo inútil que sólo está para hacer bulto. Que estoy enfermo de la cabeza. O quizás sí lo estoy, pero es mejor no pensar en ello.

—Dovan —advierte Bones cuando estamos solos en su estudio—. Deja de sonreír como el desquiciado que eres.

Aprieto los labios porque esto es divertidísimo. Ver como todos se vuelven locos para buscar a un lobato es desternillante, especialmente porque yo mismo también envío rumores estúpidos para que todo sea más complicado.

Se lo debo.

Dámaso es importante, y lo importante es sagrado.

—Dovan —sisea Bones, queriendo llamar mi atención. En cuanto desvío la mirada de mis dedos con las heridas abiertas, capto en los ojos del Alfa una advertencia aguda. 

Me trago la risa para no enfadarlo. Es raro verle cabreado, pero por cada mes que pasa sin atrapar a su pequeño grupo de experimentos, más irritable se pone. Claro que todavía no he descubierto el por qué necesita a siete lobos de rango SSS.

Le he visto matar a gente con sus propias manos, acudir a funerales de las propias víctimas, sacar información mediante torturas. ¿Y el enfermo soy yo? Me ha costado mucho engañarlo para que crea que estoy tan mal de la cabeza que, por si acaso, es mejor tenerme siempre cerca allá donde vaya. Ya se ha encargado de decirle a todos los machos que no crean ninguna palabra que salga por mi boca.

Que estoy loco.

Que no me pueden ayudar.

Que no me tienen que escuchar.

Que no me tienen que comprender.

Que sé demasiado y mi mente distorsiona la información.

Que soy valioso, pese a mi locura.

Es difícil estar cuerdo y tener un pasado trágico.


Creo que todo este plan salió cuando Dámaso fue trasladado a Ophelia y mis padres murieron en un accidente de tráfico pocos días después. Bones me llevó al funeral. Bones me compró ropa para el evento. Bones me apadrinó para no estar desamparado y ganar un dinero extra para las arcas de la manada. Bones me pagó a una puta con tetas enormes por si la necesitaba. Bones me susurró, cuando me obligó a alejarme de los ataúdes de mis padres, que él nunca abandona a un lobo que quede huérfano.

Bones, incluso, ha soportado —muy pacientemente— el típico desequilibro de emociones que tienen todos los lobatos.

Sé que soy un monstruo, y que soy todo un valiente para provocar todo este papel pese a que si me descubren... estoy muerto.

Ahora que lo tengo delante, me acuerdo de cuando mi padre me decía que lo importante de un lobo era ser un buen mentiroso

Soy un buen mentiroso.

𝕯á𝚖𝚊𝚜𝚘 [También en Inkitt]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora