[31] 𝚃𝚎𝚖𝚎𝚛 𝚢 𝚌𝚊𝚕𝚕𝚊𝚛 [𝙺𝚎𝚢𝚝𝚑]

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[𝙺𝚎𝚢𝚝𝚑]

Después de terminar la mayorías de mis cosas y de asegurarme que el contenido del sobre es correcto asiento, dando el dinero acordado a mi chivato. Ha tenido que esquivar bastantes controles, por lo que no me importa añadir doscientos dólares extras. Veo que lo cuenta rápidamente por la práctica, asiente, y los ojos negros chocan con mis ojos azules hasta formar una agradable sonrisa que yo no comparto.

—Siempre es de agradecer que seas tan considerado —me dice y yo guardo el sobre dentro del lateral del pantalón para que haga presión con el cinturón de cuerda—. ¿No estás yendo demasiado rápido? Acordamos de hacerlo cuando salieras del estado y no te salpicara la mierda.

—Si quiero un sermón, le suplicaré uno a papá mientras me cuenta sus estúpidas batallitas del pasado antes de ser Alfa, Taylor.

—Siempre fuiste el más desagradable de todos nosotros... —masculla. Mete el dinero que le he dado dentro de los bóxers, sin importar hacerlo delante de mí, y luego bisbisea para inclinarse—. ¿Cómo es?

Le gruño grave a modo de advertencia y ya lo he matado de cinco maneras diferentes en mi cabeza cuando me pongo de perfil a él para fulminarlo con la mirada. El rumor de que llevo conmigo a un lobato entre mis informantes está volando demasiado rápido, y todavía no sé quién es el soplón. No tengo ni idea de por qué tengo estos pensamientos que están corriendo por mi mente, poniéndome sobreprotector y celoso. Quizás tiene que ser porque, cuando me preguntan por él, llego a ver un brillo lujurioso en los orbes ajenos que me pone de un humor terrible. No quiero ponerme posesivo con el cachorro, de ninguna manera, pero me sale solo.

—Teme preguntar y cierra la boca —gruño otra vez—. No es asunto tuyo, así no trabajamos. 

—No sabía que mi hermanito era todo un vicioso.

Lo dice cuando le doy por completo la espalda, y de sólo recibir la insinuación me irrita más de lo que ya lo estoy. Sólo de pensarlo, imaginar por un segundo que sería capaz de desnudarlo con la mirada, mi puño me suplica en un picazón que se impacte contra su rostro. No estoy seguro de si sería capaz de evitarlo en el caso de verlo.

Tranquilízate, Keyth. Cálmate. Sólo le gusta picarte, me reprendo a mis adentros. 

—Esfúmate antes de que olvide que eres mi hermano mayor —le digo con los dientes apretados—. Y si me ves por la calle, no me conoces. Tampoco pongas los ojos en mi lobato, o de lo contrario te arrinconaré hasta transformarte en una masa amorfa.

—Uhhh... celoso. Qué adorable eres cuando te comportas como un verdadero macho que es fiel a alguien, en lugar de ser un solterón con demasiadas humanas para elegir —murmura en un tono divertido antes de que me ponga en marcha conforme mascullo insultos.


Camino rápido, cruzando varias calles hasta encontrar con la vista la tienda de comestibles. Si tenemos lo suficiente, podremos tragarnos las ocho horas de viaje sin problemas parando lo justo y necesario. Según el móvil no hay alertas de búsqueda y captura gracias al programa de policía que me instaló Tarek en el móvil y no observo ninguna alerta de accidente de tráfico. El problema que tengo es que debemos de hacer el camino largo para no ser demasiado obvios.

Ingreso en el establecimiento, agenciándome un carro, y muchas mujeres me observan desde las cajas registradoras. Placer es lo que huelo, desprenden hormonas de excitación que sólo me generan agonía en el fondo de la garganta. Estoy tan acostumbrado a las feromonas de Dámaso que, oler otras, me resulta repugnante. Ni siquiera mi cuerpo reacciona al estímulo; la tengo estática dentro de los pantalones, flácida, aunque claramente ellas imaginan lo que hay debajo del pantalón del chándal.

𝕯á𝚖𝚊𝚜𝚘 [También en Inkitt]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora