[69] 𝙴𝚕 𝙹𝚞𝚒𝚌𝚒𝚘 𝚍𝚎 𝙴𝚕 𝙲𝚘𝚕𝚐𝚊𝚍𝚘

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Sé que no es mi mejor jugada, y tampoco es coherente actuar precipitadamente. Pero sé que vienen a por mí, y si yo me alejo del grupo... entonces me perseguirán. Al menos ese fue el razonamiento cuando abrieron la puerta y Rowen disparó, pero Kabo no tuvo demasiado tiempo de reacción y recibió un corte en el brazo 

Salí escopeteado sin que nada me importara en absoluto, cubriéndome la cabeza con el chaleco y quitándome a un lobo de encima de una puñalada. Sé que Rowen gritó mi nombre, y Derek no pudo actuar ante mi idea. Si mi ardid era lo bastante bueno, entonces alejarlos de ellos es la verdadera respuesta. 

«¡Corre, gilipollas! ¡Sólo corre maldita sea!» grito en mi fuero interno, mientras alumbro mi camino con la linterna del móvil robado. En el fondo, odio que todas estas putas paredes estén pintadas de negro. Todo se vuelve confuso.

Porque eso es lo único que puedo hacer ahora mismo, correr.

Sé que no tengo permitido descansar, ya que a duras hay lugares donde esconderse y ya he mandando a tomar por culo el hecho de que las cámaras me pillen. Aunque no ha sonado ninguna alarma todavía. ¿Quizás llevo conmigo un maldito trébol de cuatro hojas? No, no lo tengo. Puedo escuchar varios pares de pies corriendo a mi alrededor, haciendo un ruido atronador similar a una estampida de búfalos; a veces incluso chocan con algo y las cosas se destrozan. Largarme como alma que lleva el diablo es lo mejor que puedo hacer de momento, aunque no me hubiera venido mal una pistola para ponerme a dar tiros como un loco.

La adrenalina reptan por todo mi cuerpo, superando al miedo, e impulsa que mis piernas den la sensación que en lugar de correr estén volando. Voy a ciegas, en cierto modo. Sin mapa, sé que me perderé por este laberinto, donde echo las puertas a bajo de embestidas y en más de una ocasión salgo propulsado por una ventana antes de salir corriendo. Sangro. Lo sé. Lo sé bien, especialmente por mi aroma, y con un poco de suerte mis chicos estarán con papá aquí dentro; sabrán captar mi olor.

No sé hacia donde voy exactamente.

En uno de mis giros tomo algo duro y lo lanzo hacia atrás, consiguiendo darle a uno mientras los demás gruñen cada vez más alto. Estoy colgado, figuradamente. Este es mi juicio, y no tengo testigos sino que me valgo de mí mismo mientras nadie más se meta en mi camino para recibir los impactos en el futuro. 

Salto mesas, pateo sillas, más puertas tumbo y en cuanto veo que es un callejón sin salida reviento las ventanas con mi cuerpo. No existe el tiempo, tampoco un momento de descanso.

—Cómo corre el jodido lobato, me cago en la puta —jadea uno del grupo.

—Sí, pero no es muy listo —comenta otro, y eso me cabrea—. Además, nosotros somos más y más o menos conoceremos el trayecto si tomamos referencias visuales.

Tumbo otra puerta, apago la linterna del móvil, y como mejor puedo me desliz debajo del escritorio. ¿Qué no soy inteligente? Se van a arrepentir de subestimarme sólo porque soy un lobato, y les saldrá cara la osadía. Ya lo creo que sí.

—Joder, apagó la luz —gruñe un lobo—. ¡Hacks, pon la jodida linterna, gilipollas!

—Insulta a tu puta madre, Rocks.

Tomo una bocanada de aire profunda antes de cubrirme la nariz con un pañuelo. Tomo el frasco del bolsillo del chaleco, quitándole el tapón, y justo cuando la luz de la linterna del móvil del rival se prende, reviento el frasco delante de ellos. El hedor es tan nauseabundo que ni siquiera yo, que tengo el olfato muy sensible, estoy respirándolo; aunque ellos sí, y las arcadas no tardan en salir.

Ahora.

Me muevo rápidamente para saltar encima de la mesa, y el segundo salto lo efectúo mientras mi bota aplasta la cabeza de uno de los lobos que termina cayéndose al suelo. Y corro. Ya lo creo que corro, pues mi vida en está en juego y como me pille sólo uno todo esto no habrá servido para absolutamente nada. 

𝕯á𝚖𝚊𝚜𝚘 [También en Inkitt]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora