[22] 𝙽𝚘 𝚙𝚞𝚎𝚍𝚎𝚜 𝚎𝚡𝚒𝚐𝚒𝚛 𝚗𝚊𝚍𝚊

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No sé por qué las cosas terminan torciéndose tanto en tan poco tiempo, pero para cuando quiero darme cuenta estamos sentados los cinco en el patio de comidas —salvo el mocoso, ese está en su carrito mordisqueando una rosquilla por los dientes—. La idea ha sido de Mery. Esa mujer no sólo es tan bella como una primavera en medio de un campo de flores aun siendo una adulta, sino que es una de las pocas humanas que todavía recuerdo con cariño. Un ángel. El bien personificado, aquella que posee todo aquello que otros necesitan para no ser una mierda: Dulzura, amabilidad, buen juicio, paciencia, reflexiva para resolver conflictos, empática... Me cuesta entender como Dalton tiene a una humana tan perfecta a su lado, y durante muchísimos años; ya que según Rowen llevan juntos desde que él era un adolescente.

Ordenamos, soportamos las miradas asesinas del Ex-Alfa y tomamos las bebidas que hemos pedido aunque yo tenga todavía mi bolsa de antes.

Es incómodo. Estoy tenso, muy tenso.

Al principio Mery saca preguntas inocentes, y con Keyth es demasiado cercana para dirigirse a él. Sonríe todo el tiempo, y pone esa misma cara de tonta como la que yo recibo por parte de Tarek; el cual está intentando escaquearse de la conversación con su móvil. Cobarde. No es hasta que el mocoso se pone insoportable, exigiendo que quiere caminar mediante berridos, cuando la única mujer de la mesa se disculpa con amabilidad para marcharse con su cachorro.

—¿Y bien? —le pregunta Dalton directamente a Keyth con una mirada severa. No lo recordaba tan enorme, y tampoco con esa esencia que emana de él como las llamas del infierno; lo que significa que sabe guardar bien su enfado y sacarlo cuando le conviene—. ¿Qué haces con un mocoso, en lugar de organizar tu vida?

Keyth guarda silencio, con el gesto tenso al igual que los hombros. Tengo la sensación que esta reprimenda no es puramente organizativa sino que hay algo más, sólo que no estoy seguro de si temo hacer la pregunta más estúpida del día. Claro que, siendo honestos, Dalton no me escuchará o preferirá tratarme con frialdad como suelen hacer todos los adultos.

—Te he hecho una pregunta, muchacho —insiste Dalton con el ceño fruncido, negro y lleno de canas. 

No me gusta el tono en el que le habla, y tampoco sé con qué derecho se atreve a hablarle así. Antes de que yo abra la boca, Keyth, mueve la mano debajo de la mesa para apoyarla por unos segundos sobre mi rodilla para que me calle.

—Tengo mi vida organizada, y bastante bien. Lamento preocuparte, aun cuando soy un macho adulto —inclina un poco la cabeza, aumentando el medidor de que la situación me está resultando surrealista—. Sin embargo, en mi tiempo libre me tomo el atrevimiento de ir donde quiero y con quien quiero. Es bueno tener que desconectar después de pasar horas entre papeleo, ayudar al cuerpo forestal y tirarse varios días seguidos encerrado en una caseta. 

—¿Con un lobato? —cuestiona, incrédulo, y sus ojos pasan de él a mí para intentar intimidarme. Siento que mi estómago se intenta apretar hasta quedarse compactado en un punto en concreto, especialmente porque tiene todos los rasgos de la cara perfilados y rocosos. El terror me haría salir corriendo, pero la mano libre de Tarek agarrando la mía lo evita—. Sé que eres el mocoso de Rowen y Dante, pero no por ello estoy diciendo una mentira. Eres un lobato, por muy callado que estés o tu cara te haga parecer inocente. —Voltea a mirar a Keyth al no responderle yo. Me estoy mordiendo tanto la lengua que temo partírmela—. No te eduqué para que tomaras decisiones tontas e ineficaces: Te falta una hembra, una guarida, cachorros y... actualizar tu grupo —murmura aquello último mirando a Tarek con desconfianza; y a él se la suda bastante.

—Papá, soy un macho adulto. No puedes exigirme nada, tampoco presionarme —responde el ojiazul en un tono suave, aunque aborrecido para que no se le noten los nervios que lleva soportando—. Todas las metas llevan tiempo y preparación.

𝕯á𝚖𝚊𝚜𝚘 [También en Inkitt]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora