[42] 𝙶𝚘𝚕𝚙é𝚊𝚕𝚘 ; 𝙷𝚒é𝚛𝚎𝚕𝚘 ; 𝙸𝚗𝚜ú𝚕𝚝𝚊𝚕𝚘 [𝙺𝚎𝚢𝚝𝚑]

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[𝙺𝚎𝚢𝚝𝚑]

Llego al lugar donde mi informante me ha dicho que tiene algo interesante que sobre "mi cobro", así que estaciono en la entrada y un valet se lleva mi coche al aparcamiento privado. Miro el reloj del móvil, marcando exactamente las 14:29PM. He llegado antes de lo esperado. Trato de analizar cómo me siento ahora pero... nada, estoy total y absolutamente calmado pese a que estas cosas siempre suelen sacar lo peor de mí. 

Crujo mi cuello antes de levantar el mentón y dirigirme hacia el club. No es un club de manada, sino algo más... sórdido, pero a veces así es la vida y tenemos que meternos en lugares un tanto inhóspitos u hostiles. Los guardias, dos tipos tan grandes y anchos como yo, me observan subir; y justo en el momento que me quedo quieto con la mirada recta, inhalan mi aroma para reconocerme. Asienten ambos, y miro al de la derecha mirando la lista electrónica.

—Silver Key —me anuncio, tal como mi informante me dijo que lo hiciera en la entrada.

El lobo mira la lista, tardando solo unos segundos, y asiente.

La Señora la está esperando en recepción. —Aparta la cuerda de terciopelo rojo y el segundo me abre la puerta mientras yo asiento para internarme—. Joder... ¿lo has olido? —sisea el guarda al otro, pero la respuesta del otro se lo ha tragado la puerta cerrada.

La trabajadora de la entrada me señala la barra de antifaces, pese a que sé el proceso de memoria aunque haya pisado este antro un par de veces. Sólo trabajo, nunca placer. Tomo el de forma de toro, el cual sólo es tela negra, pequeños cueros en las puntas y pedrería ostentosa que ignoro por completo una vez me la pongo a la cara.

Sigo la larga y chirriante alfombrilla rosa putón hasta que tengo que girar hacia el gran salón, amplio, y me recuerdo que este lugar ha cambiado bastante desde que viene hace cuatro años. Ahora es un mar de lobos y humanos, vestidos de rojo y negro, y yo voy acorde a la temática de la vestimenta aunque no haya sido una obligación; sólo coincidencia.

Ignoro a la mujer que me hace una señal, ya que no es la que busco, y seguidamente me meto en el ascensor en el cual aprieto el sótano. La rapidez en la que baja es desorbitante, pero es mejor que las cosas funcionen de ese modo.

En cuanto las puertas se abren, las paredes rojas y la tenue iluminación de neón le dan al lugar un aire lúgubre, privado, y retorcidamente encantador que más de uno no tiene ni idea de dónde se encuentra. Afuera todo es vibrante, vivo, pero aquí abajo el submundo es diferente; hasta que la encuentro. A La Señora. La loba siempre está perfecta, y cuando la ves es imposible que no te llame la atención; ahora menos. Su antifaz —totalmente negro, emulando a un cuervo— hace que su mirada grisácea destaque aún más y la vuelve una mujer encantadoramente peligrosa. Sigo bajando la mirada, indiferente, y no estoy sorprendido de encontrarme un generoso escote en ese vestido ajustado de licra tono negro agrisado. Definitivamente esta mujer no ha perdido la clase desde que la vi por primera vez.

Levanto la vista a medida que nos acercamos, y su mirada ya está sobre mi en cuanto mi olor se abre paso entre los posibles Betas y Gammas; intensa, depredadora, e intimidante para demostrar a cualquier hombre que ella no es una cualquiera y es poderosa. Lo es.

Me escanea con un simple gesto de ojos, hasta que que sonríe.

—Key, cariño... —saluda, dándome un beso en cada mejilla y el último en la frente. Tengo que agacharme, porque no es realmente muy alta—. Uh, hueles a macho feliz... ¿Qué clase de hembra ha conseguido quitarse esa peste de académico y Don Perfecto? Porque tiene que ser perfecta o tener una boca para que te quepa esa polla que siempre guardas.

𝕯á𝚖𝚊𝚜𝚘 [También en Inkitt]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora