[52] 𝙵𝚞𝚎 𝚎𝚕 𝚚𝚞𝚒𝚗𝚝𝚘 𝚒𝚗𝚝𝚎𝚗𝚝𝚘 𝚍𝚎 𝚜𝚎𝚛 𝚕𝚒𝚋𝚛𝚎 [??????]

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En Dallas empezó una historia ajena a mi nacimiento. Una historia llena de mentiras, flores, trampas, manipulación... y amor. 

Yo lo supe poco tiempo después, antes de que mis padres adoptivos fueran asesinados por mantenerme oculto, y también alejado, de aquellos que buscaban atraparme de la forma que fuera. Ahora, tras el quinto intento, puedo decir que soy libre. 

Ellos me contaron la historia de cómo Rowen provocó revueltas sin que fuera consciente entre las manadas. El Consejo se volvió loco cuando "Las manos" de los Alfas de varias manadas en el país exigieron cambios entre sus normativas; en mi opinión era justo, pero por desgracia no pudieron conseguir demasiado y catalogaron el tema de Rowen como un tema de insubordinación. No era un Lonongra. Él mismo decidió ser un solitario porque su esposo, otro lobo de esa categoría, se adhirió a él como si le hubiera marcado la propia alma a un humano. Nadie parecía entenderlo, o más bien a nadie le importaba que un lobo como él hiciera lo que hizo.

Fue un hito histórico.

Mis padres adoptivos también eran solitarios, pero en sus manadas a duras penas podían salir del grado de Delta. Eran gente buena. Me amaron y criaron incluso cuando fui en principio un lobato que literalmente destrozaba todo lo que tocaba, mordía a lo extraños, y en mis Celos tenían que dejarme en el sótano para que nadie pudiera llevarme lejos. Todavía soy un lobato, claro, pero en abril haré los veinticinco y actualmente soy un macho impresionante que echa una manita a un Alfa muy... curioso. Atípico. 

Por lo tanto, sí, soy un solitario.

—Dallas es preciosa, ¿verdad? —Mi compañero, un lobo que destaca por ser tan raro como una gallina verde, me ofrece un helado tras hacer cola. No me sorprende, ya que estoy habituado a él; y también a su padre, Brent. Ambos son extraños y demasiado buenos.

—No lo sé, Bronk. Llevamos sólo tres días en la ciudad y todavía no hemos podido tramitar la misión que nos ha encomendado Atlas —suspiro, dándole después una lamida al helado. El gruñido de placer que escucho tras de mí me hace poner los ojos en blanco, a lo que miro de soslayo al lobo que tengo detrás al ser mi guardián principal. Lamo una segunda vez, a propósito, y se le desencaja la cara al saber que no puede tocarme más de lo que yo le permito—. Y todo es culpa tuya, Spike. No me dejaste salir de la cama en todo el día; y eso que no era tu Celo.

—Siempre tan serio... deberías de ser tan alegre como nosotros. Pruébalo, a lo mejor te acaba gustando —burla el pelirrojo—. Aunque no me desagrada admitir que sabes cómo mantenernos contentos a ambos; eres valioso, cariño, y bien sabes cuán exigente soy. —Me guiña el ojo con descaro, aunque no me sorprende en absoluto.

—Sí, lo sé —asiento lentamente—. Yo hago mi parte y vosotros la vuestra, sino os hubiera partido la cabeza hace varios años.

Bronk es un calco idéntico de su padre: Cabello salvaje y negro, piel tostada, ojos amarillos como luciérnagas, metro ochenta... Una bola de músculos que te aplastará en sus abrazos. De personalidad dócil, alegre y simplona; con deseos sencillos, aunque con un fuerte sentido de la lealtad. Podríamos decir que sufrió un flechazo cuando un día me pilló cotilleando en el jardín privado de su padre, en Michigan. El muy cansino no me dejó de buscar durante un mes, y cuando me encontró... bueno, supongo que tuvo suerte y me pilló receptivo para que folláramos en uno de sus bonitos lagos al aire libre. 

Spike, por el contrario, podríamos calificarlo como un armario empotrado en llamas: Cabello pelirrojo que señala en todas las direcciones, piel pálida donde alguien le escupió en lugares aleatorios y de ahí nacieron agrupaciones de pecas, ojos tan grises que casi parecen piedras pulidas y afiladas, metro noventa y nueve. No es especialmente muy listo, pero su fuerza bruta le cuesta controlarla y por lo tanto puede matarte si no tienes resistencia. De espíritu combativo, lascivo y burlesco. Tuvo la desgracia de provocarme el Celo con sus estúpidas bromas, y cuando quiso huir al darse cuenta lo que había provocado... ya era tarde. Se subyugó a mí y, en algún momento, el muy sátiro desde entonces no dejó de apegarse a mí y meterme mano. Las bofetadas para él eran besos; los puñetazos, mordidas; y por supuesto tardé en descubrir que Spike tiene una resistencia al dolor insultante. Puedo golpearle durante todo el día, y a duras penas se resentirá.

𝕯á𝚖𝚊𝚜𝚘 [También en Inkitt]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora