[41] 𝙳í𝚖𝚎𝚕𝚘 ; 𝙴𝚗𝚜éñ𝚊𝚖𝚎 ; 𝙵𝚞é𝚛𝚣𝚊𝚕𝚘

107 20 7
                                    

Siempre he odiado la sensación de despertar en un Celo. Es una sanción asquerosa, aunque liberadora.

Lamo mis labios resecos, llenos de porquería, y echo una mirada rápida a mi alrededor. Sea lo que sea, hay algo nuevo aquí y no estoy seguro de lo que puede ser en realidad. Me enderezo en la cama, solo, ahora vuelvo a mirar a lo que me rodea; la sensación de que existen cambios me ha enseñado a que siempre hay que fijarme en los detalles.

Abro mi boca con intenciones de decir algo, pero callo. Me fuerzo a silenciarme. 

De repente un sonido que proviene de la esquina es lo que hace que mi cabeza se mueva como un resorte. Es Keyth. 

Está sin camisa, apoyado en la pared con una sonrisa sexy y una centelleante mirada de depredador que lo haría parecer como dos bombillas sobrenaturales.

Bueno, en realidad no. Más bien, quiero decir, está con una camisa puesta que es de corte alto y seda roja; pero no está abotonada. Deja al descubierto los abdominales tensos y los pectorales bien definidos con una explosión de vello rubio... y marcas, muchas marcas, tantas que estoy seguro que este Celo ha sido lo bastante interesante para haber conseguido sacarme algo pese a ser el principal; ese en el que me vuelvo gilipollas e incivilizado.

Lo estoy mirando, inmóvil. Descaradamente. 

Rápidamente bajo la mirada a los pies, los cuales empiezan a caminar en silencio. No es necesario oírlo, con Keyth sabes que está ahí, y más todavía cuando sabes que tienes un lazo lo bastante fuerte para que sientas pequeñas explosiones en el tórax. Es por eso que mantengo la mirada baja, el cuerpo estático, pero su olor cada vez es más denso. 

¿Cómo olerá en sus Celos? Nunca nos ha permitido meternos en ninguno, y se va una semana antes para encerrarse a cal y canto.

Me intriga. Quiero saberlo.

Ahora veo que tiene unos zapatos negros, nuevos y caros. Pestañeo, todavía algo atontado por haberme despertado hace nada, y voy levantando la vista para seguir el recorrido: Pantalones negros tan ajustados que parecen que abracen sus piernas anchas aunque musculosas, conduciendo a un amplio y parcialmente expuesto tronco desnudo pese a llevar la camisa abierta. Analizo más. Hombros anchos, grandes bíceps, cuello de toro, mandíbula fuerte... su mandíbula es sexy. El cabrón se tan guapo que una fotografía no captaría ni lo que tengo para mí.

—¿Qué pasa, cariño, no tienes nada que decir?

¿Cariño? ¿Y tú desde cuándo cojones me llamas de ese modo?

No digo nada, pero él sonríe con un gesto tirante... y mi estómago se pone duro, tanto como la entrepierna. 

¿Por qué? Ni yo mismo lo sé. 

Tomo una ligera respiración para estabilizarme, mientras finalmente observo la cara; o más bien quedándome mirándole los ojos. Y es lo que yo supuse al principio: Brillan más que antes, o más que nunca. 

¿Qué me he perdido? ¿Por qué me mira como si deseara darme por el culo hasta volverme más tonto de lo que me estoy sintiendo?

—¿Y Tarek? —Es lo primero que sale de mis labios, aunque se nota que mi voz está desgastada después de todo este tiempo.

—Se fue a pescar, ya que quiere prepararte la cena —informar, añadiendo—: Sólo a ti, lo cual no me hace mucha gracia porque aquí vivimos tres; pero soy lo bastante adulto para que sus niñerías no me afecten.

—¿Cena?

Pese a mi pregunta, mi cabeza decide pasar de Keyth y fijarme en el ventanal que da al lado de la mesa, observando que tiene que ser bastante tarde, ya que el sol no es amarillento sino anaranjado; casi un crepúsculo. Es la primera vez en mi vida que me he despertado tan jodidamente tarde.

𝕯á𝚖𝚊𝚜𝚘 [También en Inkitt]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora