[11] 𝙻𝚘𝚜 𝚚𝚞𝚎 𝚎𝚜𝚝á𝚗 𝚞𝚗 𝚙𝚘𝚌𝚘 𝚛𝚘𝚝𝚘𝚜

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Aunque no esté permitido, corro por el bosque descalzo para que el viento fresco me golpee en la cara. Corro porque no puedo creerme que le haya besado a ese imbécil. Que le haya tocado, aferrado y atraído... Estoy seguro de que ahora pensará que me gusta más de lo que debería, pero no es así. 

Tarek es un idiota. Un gran idiota. Un gigante idiota.

Un idiota con cuerpazo, con feromonas potentes, con una sonrisa enorme... 

Joder, qué asco. ¡Basta!

En el momento que paso una hora corriendo siento que me sangran los pies, me punza el corazón, me martillea el cerebro y los pulmones me duelen. Todo duele. Soy un idiota. Soy un caos. No tengo ni la menor idea por qué he permitido que la llamada de mi padre me pusiera de tan mal humor por la tarde antes de irme al mercado. 

No debería de sorprenderme que, cuanto más mayor me hago, menos cerca los noto.

«Lo siento, no podré ir a verte como te lo prometí el mes pasado. Ya sabes, trabajo. Espero que me perdones, pero es importante».

Sí, el "trabajo" siempre es importante para él. Trabajo en comerle el culo a papá y disfrutar de un mes entero de que su «precioso lobato con cara de ángel» no esté de morros para que me trate como un cachorro; ni aunque tuviera una selva en los huevos dejaría de ser su «pequeño». Y luego tuvo que meterse él, ese imbécil de Tarek en medio para decirme esa gilipollez de ser amigos y preguntarme mi nombre.

Me cago en la puta, es insistente.

—Mierda... creo que me he alejado demasiado del territorio —murmuro al bisbisear en todas las direcciones porque no reconozco esto.

Me paro frente a una caseta que está hecha una auténtica mierda, pero en todos los sentidos. Casi parecería un cobertizo si no fuera porque tiene una planta, o quizás un picadero con la mezcla de esencias que no me dejan descubrir si hay lobos dentro o no. Sea lo que sea este lugar, el lobo que viva aquí —si es que es así mi suposición— tiene que ser un completo pardillo que no lo quieren ni en una manada. Seguro.

—Amigos... ¿eh? —murmuro al volver a recordarle a él, conforme me apoyo contra la pared de la casa y comienzo a fumar despreocupadamente—. ¿Para qué querrías ser tú mi amigo, gigante bobalicón?

La gente como yo no necesita amigos, sino que el tiempo pase y crezca de una maldita vez para ser todo un adulto y pueda ir a mi aire. No necesito que Rich, Daniel, Jonah o el murmurante Enzo intenten llamar mi atención e invitarme a sus estúpidas actividades, no me sirven de nada. No son lo mío.

Soy distinto. 

De repente mi mente evoca el momento del beso cuando miro a la nada, en una parte indeterminada del suelo oscuro. El hecho de que no se opusiera me gustó, me hizo sentir fuerte y validado. Cualquier otro, a sabiendas de cómo somos nosotros los lobos, me hubiera pegado un puñetazo antes de separarme y después le seguiría una paliza. Y sólo porque soy un lobato, y los lobatos sólo somos una mierda, unos imbéciles y unos salidos que no merecen nada del mundo de los adultos.

Fue un buen beso, no voy a mentir. Su beso me hizo recordar cuán solo y roto estoy, aunque se sintió un poco bien que alguien estuviera ahí... hasta que me salió el mal genio y lo empujé. Realmente pensé que se iba a defender, o que se apartaría, pero al final rodó como un pedrusco colina abajo y lo único que pensé en ese momento era que no sufriría daño. Tarek es enorme.

¿Realmente era necesario empujarlo?

¿Realmente no hubiera sido mejor darle un puñetazo desde el principio y mandarlo a la mierda?

𝕯á𝚖𝚊𝚜𝚘 [También en Inkitt]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora