[40] Á𝚖𝚊𝚖𝚎 ; 𝙱é𝚜𝚊𝚖𝚎 ; 𝙲𝚊𝚜𝚝í𝚐𝚊𝚖𝚎

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[𝙳á𝚖𝚊𝚜𝚘 — 24 𝚊ñ𝚘𝚜]

—Lo siento, cachorro, pero aunque aprendas rápido la teoría... —me murmura Keyth, inmovilizándome contra el suelo. Por mucho que me sacuda no puedo zafarme, ya que el futuro dolor de que me desencaje un brazo es posible—... en la práctica estás muy verde aún —concluye, dándome un beso fugaz antes de soltarme mientras pivotea hacia atrás.

Me pongo en pie y vuelvo a tomar la porra de madera. 

Odio la esgrima, definitivamente.

Aunque hayan pasado cuatro meses (ya que mi cumpleaños es en abril), y Tarek hubiera aparecido en el momento más inquietante del último día de diciembre, las cosas más o menos están haciéndome bien. Todos hemos estado haciendo ciertos cambios: Yo con el pelo blanco (incluidas las cejas, aunque más bien parece un rubio platino), ser el aprendiz de Keyth aunque no me tome muy enserio por mucho que me esfuerce, y adaptarme un poco al trabajo de campo; pese a que Kitt consiga sacarme de mis casillas con sus estúpidas bromas y comentarios que no me interesa escuchar. 

Keyth es el que menos ha cambiado, al menos a grandes rasgos. Pese a que siga follándome como un verdadero bruto hasta dejarme adolorido, poniendo esa cara de hielo para poner una barrera y defender sus impulsos, y su popularidad haya ascendido hasta el cielo... sé que el cambio más notorio se halla en la intimidad. No hablo de sexo. Es algo más emocional, más intenso y oculto que sólo puedes notarlo cuando lo dejas muy blandito (lo cual es difícil, porque es terco de cojones). Me costó horrores convencerle de que me tomara enserio.

Y Tarek... Ay, Tarek...

—¡Estúpida ardilla sebosa, esa manzana es mía! —grita el rubio detrás del animal que se sube al árbol más cercano. El lobo no duda en tener una pataleta, golpeando el bajo tronco con la punta de la bota conforme agita el brazo. 

Tonto, como él solo. 

Tengo que admitir que cuando abrió la puerta no lo habría reconocido por la apariencia física, pero el olor y esa sonrisa de gilipollas enamorado fue lo que hizo "click" en mi cerebro para saber que era él. Por supuesto, él estuvo totalmente en contra de lo que yo le pedí a Keyth; y me importó cien hectáreas de mierda.

La bronca fue monumental. Creo que fue la primera vez que veía a ese idiota tan enfadado hasta el nivel de erizar todos y cada unos de sus pelos, lo que me dejó claro que en todo este tiempo separados algo cambió en él. No sabía lo que era, y ahora tampoco lo sé. Es diferente... e inquietante.

Por descontado, le pedí a Keyth que nos dejara solos por un momento para dejarle las cosas claras. ¿Y como acabó? Bueno, a nuestra manera: Gritándonos como unos auténticos imbéciles, a nada de darnos de puñetazos. Supongo que él se sentía ansioso y yo un poco extraño de volverlo a tener cerca tras aprovechar todo este tiempo con Keyth. Terminamos en la cama sin ninguna prenda de ropa cerca, apestando, y sin ninguna esquirla de todo el enfado que se había acumulando durante la bronca. 

—Ámame... lo necesito... sólo tú... —gemía Tarek cada vez que marcaba su piel con mis dientes y entraba en su interior a punta de gruñido. Podía percibir la ansiedad en sus manos hincadas al culo, clavándome las uñas para insistir en la fuerza.

Yo no dije ni una sola palabra durante todo el polvo, sólo él habla suplicándome que lo amara, lo besara, lo castigara y le hiciera saber cuánto le había echado de menos. Se lo di todo. Ofrecí un abrasivo deseo en cada beso que nos dábamos, lo castigaba con palmadas en el culo e inmovilizando sus muñecas sobre su cabeza, lo echaba de menos cada vez me miraba con esos ojos azules tan brillante y húmedos llenos de agradecida alegría por todo lo que le hacía. 

𝕯á𝚖𝚊𝚜𝚘 [También en Inkitt]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora