[53] 𝙴𝚗 𝚕𝚊 𝚜𝚎𝚡𝚝𝚊 𝚌𝚊𝚖𝚙𝚊𝚗𝚊𝚍𝚊

102 17 0
                                    

Un poco exhaustos del viaje, decidimos ir directamente a donde se nos había encomendado en la carta de Keyth. El gran edificio que teníamos en frente, posiblemente oficinas, demostrar el poder adquisitivo del Alfa Kaya. 

Tarek me toma del brazo, mostrándome una gran sonrisa llena de confianza, en contraste como mi típica cara seria, y luego tira de mí mientras Keyth nos sigue por detrás con paso tranquilo. Nada más ingresar, las miradas de muchas personas van dirigidas hacia nosotros pero las ignoramos por completo conforme vamos directo al mostrado. Una mujer limándose las uñas muy aburrida repara en nosotros.

—Queremos hablar con Kaya o Theo —respondo yo en un tono seco, haciendo que la chica se quede con las cejas alzadas por mi forma de hablarle—. Y ya, no tenemos todo el jodido día. Es un tema importante.

—Disculpa al lobato —acompaña Keyth, dándome un capón que me obliga a agachar la cabeza por la fuerza empleada. Saca un pedazo de papel de su bolsillo, lo despliega, y finalmente lo coloca sobre la superficie—. No está acostumbrado a tener respeto por los demás, pero ya me encargaré yo de amonestarlo. Así que, por favor, informa al Alfa o a un Beta de grado alto que Key ha llegado.

La sonrisa de la chica me hace gruñir. Huele a excitación. Los celos devoran por dentro conforme la huelo,  veo que tecla el número del telefonillo y mis uñas se hunden en la carne de Tarek sin soltar ni un sonido. Odio oler y ver esas señales de los demás.

Diez minutos después la chica nos dice que Kaya saldrá de su reunión y acudirá con nosotros, pero mientras tanto deberíamos de esperar en una sala de descanso.

Ni siquiera quiero escuchar a esa tipa que no tendrá todavía ni treinta, cuando agarro la mano de un Keyth muy relajado y tiro de ambos lobos sin escuchar lo siguiente que dice. Me da por el culo, y si se acerca a mis lobos la dejaré calva sin que me importe una mierda que la Alfa de este territorio se cabree conmigo.

Pasan los diez minutos cuando observo a esa payasa hablando por el teléfono, y me apuesto un huevo a que la mayoría de cosas son realmente estúpidas. A veces se mira las uñas, las lima, e incluso la pillo pintándoselas mientras los demás lobos y humanos la ignoran. En ningún momento nos dirige la mirada, a veces mueve su culo de princesa de la silla para dar unos pasos y tomar papeles de la fotocopiadora, sonreír todo a todo el mundo como una boba... Yo no soy una persona muy agradable, pero soy muy trabajador. ¿Por qué coño han elegido a esa para un puesto así?

Bufo, notando que Tarek se ha quedado sopa detrás de mí y noto que mi piel me arde por la impaciencia.

Cuando Keyth informa que han pasado treinta minutos, en el momento que cambiar de revista. No entiendo cómo puede estar tan relajado, porque literalmente este lugar apesta a lobo pese a que no nos miren y se mantengan cautos. Tanta lentitud de sobremanera.

Finalmente se completa una hora cuando yo voy paseando de un lado a otro, mascullando palabrotas. Las revistas son una mierda, Tarek está sopa como si nada, Keyth alterna la revista con el móvil, y en ningún momento a venir nadie a decirnos que ya podemos salir de estas cuatro paredes con el puto decorado zen que me pone de los nervios. 

A nada estoy de decirle a Keyth que le den por culo a Kaya y que busquemos a Rowen por nuestro lado, cuando una mujer entra por la puerta y literalmente los tres movemos la cabeza para mirarla. El olor de Alfa es nauseabundo.

Por lo que veo, Kaya es una mujer que rondará fácilmente casi los setenta años, pero si fuera humana daría la apariencia de una cuarentona muy bien conservada. Con un bonito y largo cabello color caramelo que ha sido trenzado con mimo, pasándole por el hombro, hasta alcanzar el seno. Sus ojos de un azul tan suave que casi parece un color fantasía; grandes, brillantes y de apariencia angelical como el rostro que nos observa. De rasgos suaves —aunque ligeras marcas de la adultez—, gesto afable y sus movimientos son tan gráciles que casi parece una bailarina sin estar anoréxica. Las gafas redonda sobre su nariz chata se las sube cuando la mirada se clava en Tarek, quien está desperezándose, y su vestido color hueso con mariposas ondea con los ligeros pasos que da hasta entrar al habitáculo.

𝕯á𝚖𝚊𝚜𝚘 [También en Inkitt]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora