Frigga

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Eeva

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Eeva

Jamás, jamás, jamás e conocido a un ser tan detestable como él, su energía era dispersa la primera vez que lo ví pero ahora luego del tercer episodio ya comienzo a creer que no era como yo lo pensaba, lo poco bueno en él estaba siendo alcanzado con ese carácter arrogante y presumido.

Los guardias se acercan a mí apenas salgo del baño recordandome aún la reunión pendiente con mi padre. Apesar del fastidio que siento al pensar un salón donde solo estaremos los dos; sigo a los hombres por detrás hasta la sala del trono dónde lo veo sentado.

Me quedó allí de pie sin decir nada notando a los centinelas retirarse, dejándonos a puertas cerradas a ambos. Mantengo la vista baja intentando no alterarme más ya suficiente con lo vivido con Loki.

Se levanta de su inmenso trono caminando hasta delante mío, acelerando mi pulso llevándolo al cielo, las ideas se agolpan y la imagen de Hela regresa a mi memoria clara como el agua.

-Mi querida Eeva, por favor al menos concédeme verme en tus ojos una vez. Su mano intenta tocar mi barbilla pero me apartó, observandolo como desea.

-¿A qué debo su llamado? Poderoso Odín. La mirada turquesa igual a los mía se oscurecen con una pena enorme, contagiandome de ella.

-Eeva por favor, ha pasado mucho tiempo...se bien tú descontento desde hace siglos pero tus tutoras y ahora de mis propios labios te aseguro que no existía otra opción.

-No buscaste bien.

-Lo hice, consultamos a los más distinguidos hechiceros, sabios pero ninguno nos dió una salvación para Hela, si lo hubiera existido ¿Crees que no la habría escogido? Ambas son mis hijas.

-No, un padre debe cuidar por igual a sus hijos pero tú no hiciste eso ¡No lo hiciste!

-Es verdad, pero a parte de ser su padre tengo un deber con millones igual que tú Eeva, la protección de los nueve mundos, todo lo que conocemos.

-No cargues en mi tus fallas, cada una de las elecciones que hiciste nos trajeron hasta aquí, ni mi hermana o yo estuvimos en la batalla de Canter no fallamos ese golpe, no elegimos como tú hacer ese ritual ni ser separadas, alejadas de el hogar que nos correspondía ¡Lo hice tú solo! Y ahora quieres hacerme cometer un crimen horrible, justificando en que es mi propósito de vida.

-Jamás quise heredarte está labor Eeva pero el camino así se estipuló, quisiera que pudieras creerme y que el dolor no cegara tú buen juicio hija mía, si hubiera existido la mínima posibilidad de cambiar el futuro de tú hermana, el tuyo como el del universo lo habría escogido.

EevaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora