Debilidad

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Loki

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Loki

Mente inherte e incapaz, débil, inútil es lo único que puedo repetirme habitualmente desde el surgimiento de Eeva en mí vida, tenía libertad, espíritu y una tajante naturaleza abrazada al mal, jamás socorrí o sentí la necesidad de proteger a alguien, pero aquí estaban los restos del glorioso ser que solía ser sometidos a está particular criatura.

Colocarme una soga al cuello sería una opción más segura, pero mi necesidad de ella se volvía cada día más colosal e infinita, la odiaba tanto por llevarme a conocer esta parte patética y ruin que habitaba en mí, era completamente débil, un pequeño ratón atrapado en su mirada azulada, podía resistir e intentar mantenerme alejado de ella pero su coraje contra mí se sentía igual a un frío puñal clavándose entre mis huesos. 

Maldito cordero, tú y tú embrujó serán mi condena.

Mis pies se impulsan hacia ella y aún que sienta coraje por lo que me dice, duele más percibir el caos formado en su interior plasmado sobre su mirada arde deseando escapar de la manera que sea. Por lo cual ante mis propios dudas me mantengo delante de ella permitiendole liberar su propio espíritu, tolerando sus golpes errantes y confusos, no ataca para dañar sino como una bestia asustada al límite de su vida, bastaba unos instantes para sentirla rendirse, baja los puños y su energía se disipa a la nada tomándose de mí como salvavidas confesando en pocas palabras lo que ya e visto, su deseo latente, es su motor y propósito de vida apesar de la nefasta verdad ¿Cómo quitárselo cuando el le da la fuerza para avanzar cada día? ¿Cómo apartarla de el sin dejarla vacía? Eran mil cuestiones diferentes pero todas las respuestas derivaban en un único ser.

Las miradas nos inundan pero aún así no me importan en este momento, sólo la pequeña bestia entre mis brazos incapaz de separarse en este instante de mí.

Los ojos de Madre son certeros y curiosos, nada podía permanece oculto para ella era una gran observadora y lo suficiente perspicaz para distinguir los cambios interminables que este cordero produjo pero me encargaría de borrar sus dudas más tarde, alguna excusa se me ocurriría. 

El salón de las Orquídeas parece doblemente grande, al estar sentados en medio, su cabeza reposa en mi hombro en silencio cuando sus tibias manos se envuelve a mi brazo haciéndome observar con cuidado ese pequeño gesto, no, nunca me había gustado sentirme invadido pero su toque se sentía diferente sobre mí, como si lo conociera hace mucho, era cálido y reconfortante; Eeva podía ser arrebatada, terca, torpe pero sabía que nunca me haría daño, me había acostumbrado tanto a su presencia que dotaba a la mía de serenidad. Giro la cabeza dejando mi nariz al alcance de sus cabellos, inalando ese condenado aroma a jazmín que me enloquece, animal salvaje e inocente enviado para hacerme sufrir; tal vez está era una prueba más de las bromas hechas por el universo gustosa del sufrimiento de las almas, atraer opuestos condenados a fracasar ya que una flor no puede crecer en el pantano, ni un cordero amar a una serpiente.

EevaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora