Confusión

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Eeva

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Eeva

Mi corazón rebota sobre mis oídos tan alto que presiento que en poco tiempo se me escapará del cuerpo, aún así no me detengo hulló tan rápido como puedo hasta mi habitación cerrando la puerta con magia o sería capaz de cruzarlas igual no puedo pretender límites que Loki no tiene, ni tendrá jamás.

Me desmoronó sobre la alfombra repitiendo la conversación en mi mente, una y otra vez, no le basto su intento frustrado ¡Me besó! ¡Mi hermano me beso! ¡Mi primer beso! Ahora sería suyo siempre.

Tocó mi labio inferior aún sintiéndo ese toque cálido otra vez; mis mejillas se incendian a la par que el estómago se me revuelve y una bola enorme se forma debajo de mi pecho, dolía y mucho, habíamos iniciado con el pie izquierdo pero con el tiempo nuestro lazo se volvió sólido, estrechó, nos gustaba acechar el palacio con nuestras bromas, hablar sobre libros y debatirlos siempre, éramos tan afines uno con el otro... creí que no existían secretos entre nosotros pero Loki había guardado uno muy importante.

No sé siquiera cómo actuar o verlo, fue demasiado por descubrir en un sólo instante, me dolía pensar en lo que vendría apartir de ahora, Padre no podía enterarse jamás de ese beso o el castigo sería terrible para ambos, Loki había cruzado el límite, tal vez mi acercamiento, estima lo confundió, era igual de responsable por llevarlo a creer algo así, debía tomar medidas aunque fuesen dolorosas para él y para mí, prefiero mantenerme alejada, perderlo, antes que verlo sufrir el castigó a un acto impuro.

Por dos días me negué ir a comer con la familia, poniendo escusas dolor de estómago, nostalgia por mis hermanas de armas, siempre intentaba estar rodeada de ellas, no pensar en lo que había pasado pero esa imagen permanecía atada a mi cabeza día y noche, la sensación de su boca con la mía, hacia a mi pecho encogerse cada día, el estómago se me cerraba y mi cuerpo se ponía más torpe que de costumbre.

Me levanto de la mesa enredandome con mis propios pies cuando oigo la pregunta de Heith en dirección a mí. 

—Eeva ¿Te sientes bien?

—Si, sólo estoy algo cansada, lo mejor será que me vaya a acostar.

—Hace días te sientes mal coneja.

—Es cierto, yo también la notó rara.—Alega Astrid desde su puesto girando la vista hacia mí.

—No, estoy bien, no se preocupen por mí.

—¿En serio coneja? Entonces porque casi no haz salido de la recámara. Los interrogatorios nunca me han agradado y menos por Astrid.

—Simplemente no me e sentido bien físicamente, por eso me quedé ¿Acaso no puedo quedarme en mi propio cuarto?—Le reclamó con indignación pero Heith intenta disolver aquella pequeña chispa brotando entre las dos. 

—Nadie cuestiona quedarte Eeva, sólo sentimos curiosidad...creo que hablo por todas las personas reunidas en la mesa que siempre haz sido una coneja muy activa, nunca te quedas quieta nos sorprende verte así por eso te preguntamos.

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