Orgullo

23 2 5
                                    

Loki

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Loki

Avanzamos en silencio por el corredor como un par de buenos penitentes, notó a mi lado al cordero bastante incómodo con el llamado repentino de Odín, su cuerpo se tensa molesto delatandose con la pequeña marca en su cuello, retuerce los labios hacia adentro mientras acomoda algunos mechones de su cabello hacia atrás. 

Es imposible sentirse cómodo cuando él manda a llamarnos, la última vez a sido prueba de ello.

La guardia nos permite ingresar y puedo distinguir junto al gran trono de Odín a Madre con aquel mismo semblante preocupante que traen las malas noticias de nuestro Rey, pienso claramente mi estrategia para salir de aquí cuánto antes sin resultar herido contra lo que vendrá. 

Saludo igual a los demás con una pequeña reverencia de cortesía, palpando aquella calma antes de la intensa tormenta, su silencio mortal logra poner en vilo nuestra suerte como el tiempo que resta a nuestras cabezas dónde se encuentran.

—Eeva, Thor, Loki ¿Saben por qué están aquí?—Negamos sin decir una sola palabra pero realmente los dos tontos que me acompañan no logran brindarle a padre el engaño necesario para creer la veracidad de lo que décimos.

—¿Están seguros?—Seguimos con la misma convicción pero a diferencia de Thor y yo, a el cordero parece doblarse la cara de dolor tanto que termina con la mirada al piso en forma de penitencia.

—Entonces creo que es mi deber refrescarles la memoria. Hace aparecer a un lado del trono la enorme cabeza del último maldito moustruo negro que apareció en Asgard. Trago fuerte sin levantar una sola palabra cuando Thor comienza con su patético y ridículo teatro.

—Vaya padre es una gran Cabeza ¿la cazaste tú mismo? Es impresionante ni lo años serán capaz de opacar tú espíritu, ojalá tenga tú mismo vigor en unos años.

—Cierra la boca o te mataré yo Thor.—Nos miramos apunto de echarnos a golpes pero el suave toqué del cordero en nuestras muñecas hace dormir aquella sensación caótica dentro del cuerpo.

—Basta los dos, saben muy bien de lo que hablo y realmente me siento terriblemente decepcionado, no sólo de ustedes sino también de tí Frigga.

—Esposo puedo explicarlo, sol..

—No necesito ninguna, pues ha quedado muy claro...haz encubierto las acciones de los tres sin informarme absolutamente nada sobre esto aún conociendo la gravedad. 

—No la culpé, ella no quiso hacerlo.—Señala la torpe a mi lado.

—Silencio, llegará tú turno para hablar— Su mirada rueda alrededor de la sala viéndonos desde su altivo lugar como cucarachas dignas de ser aplastadas.

EevaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora