Magia

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Loki

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Loki

Han pasado algunos días desde que nuestra peculiar visitante llegó, pude observar desde mi balcón el jardín privado que Madre les ha confiado a ella y su inusual séquito de Valquirias si se tratase de una verdadera noble de los nueve mundos no llevaría un grupo de distinguidas guerreras como esas. 

No están acompañándola para servir a sus necesidades sino para resguardarla de algo... o "alguien".

Es curioso, admirandola desde aquí sus guerreras derrochan fuerza, superioridad, poder, mientras ella luce igual a un pequeño cordero perfecto en medio de feroces criaturas caminando sin temor entre ellas. Era dual, un enorme misterio con la capacidad de verse encantadora pero de cerca el velo de su mirada vislumbra los secretos que esconde.

Le cedo complacido a Thor enseñarle un poco más del palacio a la joven dedicando mi tiempo a actividades más gratificantes que ser el bufón de nuestra pequeña invitada.

Me acomodo en uno de los espacios de la biblioteca leyendo sobre magia primordial apartir de los elementos naturales, es bastante antiguo pero tiene una colección de conocimientos para adquirir con paciencia y dedicación, complementando junto a otros libros de la misma temática nutren los conceptos. Práctico en silencio cuando la puerta se sacude de un portazo, sin duda nadie respeta en el reino un espacio sagrado como este; me levanto de mi lugar realmente molesto espero que el idiota este preparado para llevar una semana el par de orejas de burro que le pondré. 

Doy dos pasos hacia adelante cuando siento el golpe en seco de frente apunto de arrastrarme atrás, apenas puedo sujetarla rosando su piel pálida como el marfil quien la observará podría creer que es fría, helada pero por el contrario al percibirla se puede sentir ese tibio calor emanando de ella. Alza la vista dejándome apreciar desde más cerca esos ojos azules enormes. 

—Acaso de dónde sea que vengas ¿no te enseñaron a entrar en silencio?—Fruce las cejas soltándose de un tirón, esquivando mi pregunta colándose entre los libreros. 

—Y por lo que veo a tí no te enseñaron a saludar primero. Sube por la pequeña escalera caracol hasta el segundo piso vigilando desde lo alto la puerta.

—Podria fingir si al menos te disculparas por entrar como una demente a la biblioteca interrumpiendo mi grata lectura. Se asoma al barandal sonriendo sarcástica dejando que su cabello le caiga delante de la cara.

—¡Oh! Pobre principe fui una insolente súbdita, tal vez deba ponerme de rodillas para disculparme ¿Eso lo contentaría? 

—Todo en el universo necesita ser gobernado, pero creeme no tengo interés en tener una súbdita como tú.

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