Capítulo 34

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Todo estaba lleno de polvo, hombres heridos por todos lados, mujeres llorando por los rincones y un zumbido en sus oídos que lo estaba desesperando a cada segundo que pasaba, necesitaba escuchar algo, aunque fuera una piedra caer.

La oscuridad se levantaba tratando de consumirlo, la podía sentir subiendo por sus pies enfriándolo hasta los huesos, escuchaba el llanto de un niño, el conocía ese niño que lloraba.

Se sacudió el frio y puso atención de nuevo, el calor del desierto comenzó a envolverlo otra vez y se concentró en eso.

Podía escuchar la respiración trabajosa del hombre herido a sus pies, a Valentino contenerla y los hombres guardando silencio esperando una orden suya. -

Pasó lo que imaginó una eternidad hasta que la estática en su comunicador lo estremeció.

- Déjame hablar a mí, quédate quieto. Cariño, ¿Me escuchas? No llores mi muerte, estoy aquí, no te dejaré nunca.

Jamás creyó sentirse tan feliz de escuchar la voz de Richard Brooks y de fondo a su hermano discutiendo, soltó todo el aire que estaba conteniendo y Valentino se derrumbó a su lado aliviado.

- No me llames cariño, y no me amenaces. Los sacaremos de allí.

- No es necesario, sólo aléjense de la entrada, lo tenemos cubierto.

Escuchaba a su hermano de fondo decir que era una mala idea y a Richard que lo había hecho miles de veces pidiendo un encendedor.

- ¿Que? Oh no.

Dima no podía saber la magnitud del derrumbe, ni la cantidad de personas cerca de la entrada, cuantas quedaba en pie y cuantos heridos, Richard se había vuelto loco, de eso si estaba seguro.

- ¡Muévanse, aléjense de la entrada la volaran desde dentro!

Sintió personas acercarse y ayudar a Valentino a levantar al hombre a sus pies, el mismo fue ayudado para alejarse, se sentía un poco desorientado e hizo lo que en esos casos era lo mas conveniente, confiar en sus hombres, se dejó guiar de prisa por un camino llenó de piedras y bultos en el suelo que imaginó eran cuerpos sin vida hasta que su comunicador volvió a sonar.

- Listos o no...

Otra explosión cimbró la tierra y rocas llegaron volando hasta donde estaban por instinto se cubrió la cabeza con los brazos y recordó el día en que su antigua vida terminó.

Habían pasado años desde entonces.

Pero era el ultimo recuerdo que tenía y era de una explosión que lo envolvió en luz para después dejarlo en esa oscuridad.

La oscuridad que lo acechaba desde los rincones como la muerte, que lo acariciaba con sus frías manos, abrazándolo y envolviéndolo mientras él trataba desesperadamente huir de ella, pero cada día se hacía más difícil, la oscuridad le clavaba sus afiladas garras en la piel rasgándolo y penetrando por sus heridas hasta el fondo de su mente.

- ¿Papá? Son ellos. ¿Dema? ¿Está bien?

La voz de Valentino le arrancó de ese lugar y lo trajo de nuevo a este desierto sembrado de muerte, podía escuchar a los hombres corriendo de nuevo tratando de ayudar a su hermano, y a Richard hablando y dando órdenes.

Richard Brooks.

Jamás olvidaría el color de esos ojos, la sonrisa en sus labios diciéndole que todo estaría bien, haciéndole una promesa que después le arrancaría todo, todo lo que amaba, el mundo que conocía. Esa sonrisa que se convertiría en una mueca desagradable llena de dientes afilados que se reían de su ingenuidad, de la inocencia del niño que nunca fue, unas fauces que lo devorarían si le dejaba acercarse, si volvía a confiar en él.

Amor Ilegal Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora