Capítulo 43

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Estaban viviendo en un sueño, el bungalow que Dema les había dado era hermoso, despertaban todos los días con la brisa del mar y la cálida luz del sol.

Eran solo ellos tres en ese lugar, Angello, Leonardo y Valentino. Estaban en un lugar discreto alejado del bullicio de los turistas, tenían su playa privada y eran el perfecto retrato de la familia feliz. Solo había algo que Val echaba de menos esos días y era a Dema.

Habían realizado video llamadas en los últimos meses, se suponía que Valentino regresaría en algún momento al castillo de hielo como lo llamaba Leonardo, pero Dema le aseguró que no lo haría volver si no fuera necesario, no podía condenar al pequeño Angello a ese infierno congelado de nuevo, le apreció tierno que el ruso pusiera la comodidad del pequeño como prioridad, sabía bien que, aunque tratara de ocultarlo se había encariñado con el menor.

Además, no tenían mucho de qué preocuparse, Mikhil había sido convocado para algunos negocios extra, al parecer ahora estaba supervisando los negocios en Asia y Dema estaba trabajando solo, era supervisado por su hermano y Dom, así que Valentino podía estar tranquilo, aunque no se les había dado explicación de porque el cambio de planes repentinos.

Valentino supuso que, con el reconocimiento de Dom y Antonella, Mikhail comenzaría a apoderarse de más territorio. Aunque no lo quisiera, ahora debería de confiar en que Dima no lo permitiera.

Estaba acostado sobre una sábana en la arena mientras dormitaba, en ese lugar los días se hacían eternos, el ritmo de vida era lento y aunque se sentía relajado, a veces caía en un sopor que le hacía extrañar la adrenalina.

El pequeño Angello jugueteaba silencioso a un lado de él, Leonardo había ido por algunas cosas que necesitaban al pueblo ya que Valentino se cansaba de ese lugar y su gente que los veía como si los ofendieran. Estaba tan cómodo que dejó que el sueño lo arrastrara solo un momento y cuando abrió los ojos y se dio cuenta que el niño no estaba a su lado se levantó de golpe y se encontró de frente con Dema sosteniendo al niño en brazos, sonrió y suspiró aliviado, no era ese tipo de adrenalina la que estrañaba.

- Sería muy fácil. No deberías ser tan descuidado.

- Lo ha permitido porque eres tú, de ser alguien más te dejaría sordo con su super ataque de gritos.

El pequeño Angello sonreía abrazado al ruso, él también lo había echado de menos, el pequeño se acomodó en su pecho reconociéndolo como un lugar seguro.

Dema no estaba solo, un par de escoltas lo acompañaban cargando unas pesadas maletas, eso quería decir que se quedaría un tiempo, Valentino sonrió como un niño en navidad.

Se resistía a aceptar que lo deseaba, aunque esos meses lejos de él lo había echado de menos consciente de que si estaba allí era porque Dema lo había pedido y permitido. De pronto estar a merced de ese hombre no se sentía tan mal.

- Espero que disfrutaras de holgazanear todo el día, porque es tiempo de regresar a tu entrenamiento.

- Creí que estabas aquí por lo mucho que me extrañas.

Le estaba coqueteando como una colegiala, incluso estaba meneándose de un lado a otro, se sintió estúpido y trató de contenerse. Pero, que Dema lo mirara con esa sonrisa dulce en su cara no ayudaba. Lo estaba hipnotizando con esa mirada azul hielo y esa sonrisa lobuna, ni siquiera trato de resistirse y se fue acercando más a ese hombre hasta estar respirando su aliento con solo el pequeño Angello separándolos.

- Wow, ¿Qué está pasando? ¿Qué haces aquí?

Al escuchar la voz de Leonardo, Valentino dio un paso atrás un poco avergonzado, no podía creer que hubiese caído en el hechizo de Dema de esa forma, el ruso simplemente estaba allí parado sin hacer nada y le ponía la piel de gallina, tal vez era que estaba aburrido de esos meses con el mismo hombre o que en verdad había echado de menos al Leopardo de las nieves.

Amor Ilegal Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora