10| Un beso en el hocico

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Pese a que las escaleras están desiertas, no puedo evitar sentirme observado por las estatuas de mármol que se alzan sobre las columnas pegadas a la pared mientras subo los escalones y paseo mi mano distraídamente por la baranda de madera

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Pese a que las escaleras están desiertas, no puedo evitar sentirme observado por las estatuas de mármol que se alzan sobre las columnas pegadas a la pared mientras subo los escalones y paseo mi mano distraídamente por la baranda de madera. Las nubes le abren paso a los potentes rayos de sol que atraviesan el cristal del ventanal y calientan la alfombra tendida en el suelo. Aunque quizá deba parecerme mucho más placentero este clima, prefiero el invierno porque viene acompañado de un cielo anubado y de gotas de lluvia que caen cual lágrimas de un corazón roto.

Tal vez me agrada el invierno porque transmite cierta tristeza con la que me identifico y me inspira más que la calidez de un verano que nunca viví.

Después de que nuestras clases en la universidad terminaran, tomamos el autobús para llegar a la galería y este nos dejó a dos cuadras del sitio. Me hubiese gustado detenerme en ciertos lugares, pero habríamos perdido la visita guiada que poseíamos programada. Inicialmente sólo vendría con Logan, luego Axel se nos unió y alcanzó a comprar la última entrada que quedaba en boletería.

—¿Qué estás...? No puedes comer aquí, Logan. —Se señala a sí mismo, a fin de corroborar si me dirijo a él y asiento, dándole a entender lo evidente.

—¿Quién lo dice?

—El cartel. —Apunto uno situado en la pared, causando que levante la mirada.

—Ahí hay una hamburguesa tachada. Está prohibido consumir sándwiches, yo estoy comiendo galletas —aclara el sinvergüenza y zarandea entre sus manos el paquete de Oreos—. ¿Gustas una?

—No.

—Yo sí, ¿me invitas? —Logan le tiende la bolsa a Axel y este se mete una a la boca de inmediato, temiendo ganarse un regaño por parte del personal.

—Guarda eso antes de que nos echen —les advierto, aunque mi mejor me remeda y engulle otra galleta.

Transitamos por un largo pasillo con dirección a la sala de estar de la segunda planta, donde nos indicaron que comenzaría el recorrido. Contemplo el paisaje por la ventana y diviso un río perfectamente canalizado y lo reconozco como del que me habló Emily esta mañana.

Su nombre retumba en mis paredes cerebrales y conmina con romperme en pedazos. No escuchaba a alguien llamarse así desde hace años. Hoy volví a abrir un cofre de emociones que guardaba bajo llave y que contenía nuestros recuerdos, intactos como el verdadero tesoro que representan, los cuales me arrastran al pasado.

—¿Sucedió algo?

Axel se nos ha adelantado y me he quedado atrás junto a Logan, quien acaba de notar que tengo la mente en cualquier sitio menos en este. Le sonrío en seguida, pues a pesar de todo, decidió acompañarme.

—¿Por qué la pregunta?

—Porque te pones así cuando recuerdas ciertas cosas.

Suspiro ante lo bien conoce. Sabe más de mí que mis propios padres, lo cual me duele un poco. Pero también me alegra haber encontrado a una persona así.

Dibújame entre letrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora