23| Bufanda de la suerte

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Revuelve los cajones y tira al suelo la ropa que encuentra en medio de su búsqueda

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Revuelve los cajones y tira al suelo la ropa que encuentra en medio de su búsqueda. Su lado de la habitación está hecho un caos, con camisetas regadas por el piso y libros desperdigados encima de su cama. Me froto las manos y reviso de reojo la hora por enésima vez en el reloj de pared. Hoy pacté una reunión con papá, mas conservo la esperanza de que me cancele alegando que le surgió una emergencia de trabajo a último minuto y tuvo que regresar a Londres, por lo cual me mantengo pendiente del teléfono.

Me vuelvo hacia el espejo y visualizo sin proponérmelo el dibujo que Kiara pintó en la chaqueta que traigo puesta. Ayer acordamos que ambos nos vestiríamos a juego y aunque no vino a la cafetería temprano, espero verla durante el almuerzo con su casaca de La noche estrellada de Van Gogh. Ha mejorado muchísimo desde la última vez que la observé sus pinturas. Si por aquel entonces sus dibujos ya me parecían alucinantes, ahora consiguen dejarme sin palabras. No es sólo cómo dibuja, sino lo que dibuja. Su manera de contar una historia mediante colores y matices.

Axel se voltea a inspeccionar la escena, con los brazos cruzados sobre su pecho y mi curiosidad rompe el silencio.

—¿Se te perdió algo?

—¿Has visto mi bufanda de la suerte? Es verde con rayas azules. No me la llevé a casa, así que debe estar aquí.

Hoy le toca exponer en clase de Semiótica y parte de su calificación final dependerá del dominio que demuestre del tema. Comprendo que esté nervioso. Por eso intento ayudarlo y bajo la mirada hacia el pequeño montículo de ropa esparcida algo que se asemeje a lo que busca. Giro sobre mi mismo eje para inspeccionar el resto de la habitación, ya que la silla me lo permite. Incluso puedo manipular el asiento para mayor comodidad de mi trasero. Doy una vuelta más y vislumbro una prenda tirada en el suelo. No dudo en señalarla.

—Ahí hay una bufanda azul de franjas verdes.

—¡Hasta que por fin! —celebra al voltear. Camina hacia ella y la recoge del suelo—. Ya creía que en mi ropero existía un portal hacia Narnia y que algún habitante lo había robado de allí.

—Se nota que es muy especial para ti.

—Por supuesto. La traía conmigo cuando me informaron que sería adoptado. —Guarda la bufanda dentro de su mochila y le sonrío—. Nunca fui un chico problemático, pero odiaba la comida del orfanato y cuando me llamaron al despacho de la directora, creí que me habían descubierto tirando las verduras a la basura.

Hace un tiempo nos comentó a Logan y a mí que, hasta los diez años, vivió en un albergue al sur de Canadá. No ahondó mucho en ello, así que preferí no preguntarle sobre su experiencia en dicho lugar. Solo espero que nadie de allí le haya provocado la cicatriz en su mano. Como en algunas ocasiones, mi vista se desvía hacia esa zona. Pero esta vez no logro apartarla a tiempo y Axel se da cuenta.

—Perdón, no tienes que contarme nada que no quieras.

—Creo que ya deberías saberlo. Te revelaré la verdad —anuncia para después sentarse frente a mí en mi cama y apuntarme con su índice—. Pero si alguien te pregunta, dile que escuchaste rumores de que me peleé con un tigre para mantener el misterio y hacerme ver más interesante.

Dibújame entre letrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora