21| Dibuja tu historia

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Sostengo el folleto que imprimí anoche entre mis manos y avanzo rumbo al comedor principal

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Sostengo el folleto que imprimí anoche entre mis manos y avanzo rumbo al comedor principal. Lo releo incontables veces sin saber qué decisión tomar. Pensaba mencionárselo primero a Anthuanet, mas no la encuentro por ningún lado. Hoy me animé, después de tanto tiempo, a volver a utilizar las zapatillas negras que yo misma personalicé. El diseño presenta un fuerte contraste, ya que le añadí estrellas y detalles dorados a la parte delantera. Planeo mostrárselas a mi amiga en clase de Dibujo Técnico, luego del primer receso.

El frío me cala los huesos y froto mis brazos para entrar en calor. Debería llevar puesto mi abrigo, pero lo olvidé en el auto de Diego. El invierno se ha acentuado, trayendo de regreso a la época que más detesto del año. Los recuerdos me atacan como pequeños destellos de oscuridad y las imágenes del día en que murió mamá regresan. Están por cumplirse nueve malditos años.

A Sebastián no parece disgustarle el clima, porque sigue asistiendo a la cafetería por la mañana. Ivet me invitó a sentarme en su mesa la semana pasada durante el almuerzo y aunque no lo comenté, hubiese querido que fuese él quien lo hiciera. Pensaba acompañarlos de todos modos, mas Ethan y Thalia insistieron en que me quedase con ellos. Este último no deja de confundirme. Un día se muestra amable conmigo y al otro me envía cientos de mensajes preguntándome en dónde o con quién estoy y se enoja al no obtener respuesta de mi parte. Antes creía que era su forma de preocuparse por mí. Sin embargo, Ivet también lo hace y jamás se comporta así. Cierta vez le reclamé, pero eso causó que se enojara conmigo y me sujetara tan fuerte de las muñecas que el dolor tardó en esfumarse. No sé si estuvo a punto de golpearme, mas no me gustaría averiguarlo.

Ingreso a la cafetería y agito mi mano para saludar a Martha. Después me volteo hacia donde me espera Thalia, quien rueda los ojos y la observa con desdén. Ethan levanta la mirada de su celular y voltea hacia el mostrador.

—¡Martha, tráeme un café exprés! —vocifera desde la mesa, atrayendo las miradas de los demás—. Y rápido, si no te importa. Ya debo entrar a clases.

La aludida asiente desde su posición y se apresura a preparar el pedido de Ethan. Nuestra jornada estudiantil no empezará hasta dentro de cuarenta minutos, así que no presenta motivos para apurarla. Salvo que quiera fastidiarla.

—Espero que seas más educado la próxima vez —le reprendo y oculto el folleto debajo de la mesa.

—¿Quieres que le dé propina extra solo por acercarme la bebida?

—No me refería a eso, sino a que...

—Emily, solamente es la cocinera —me interrumpe Thalia—. Nosotros estudiamos aquí. Está en la obligación de atendernos. No tenemos que agradecerle por ejercer la labor que le corresponde.

—Y Martha no tiene por qué tolerar le hablen así.

Aprieto los labios, harta de sus malos tratos y más. Esta no es la primera vez que ocurre y, aun así, Martha los saluda cada que los ve. Aunque ambos ni se molestan en contestarle.

Dibújame entre letrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora